Opinión

Otro 23-F

Era el de 1954, cuando un grupo de oficiales suboficiales y soldados realizaron el primer salto paracaidista en la Escuela Militar de Paracaidismo de Alcantarilla. Aun con retraso llegaba a España una especialidad ampliamente desarrollada en la Segunda Guerra Mundial, tanto en operaciones puntuales –como el rescate de Mussolini en el Gran Sasso– como en lanzamientos de grandes masas de paracaidistas a retaguardia de líneas enemigas en Creta o Normandía.

Esta conmemoración del 23 de febrero se ha mantenido durante estos últimos años, con algunos sobresaltos como los acaecidos en Ifni en 1957 o en el golpe de 1981.

La Brigada Paracaidista, denominada hoy «Almogávares VI», mantiene vivo el espíritu de aquellos fundadores que en 1953 crearon una Primera Bandera Paracaidista denominada «Roger de Flor» en claro homenaje a aquellos intrépidos que dominaron el Mediterráneo. Al frente de ella, el comandante Tomás Pallás, Medalla Militar individual, todo un carácter inasequible al desaliento. El diseño de aquella unidad que pronto se reprodujo en otras dos Banderas, tenía un componente indiscutiblemente físico porque exigía fuerza, valor y asunción de riesgos. Pero tenía un fuerte componente moral, en parte heredado de las unidades de la Legión y de Montaña de las que procedían y en parte nacido de algo nuevo, de un nuevo estilo en el que predominaban el respeto a su historial y a quienes lo escribieron, la obediencia, el espíritu de superación, la voluntariedad para cualquier sacrificio, la demanda de puestos de mayor riesgo y fatiga del que tratan nuestras Ordenanzas, el espíritu de equipo, el valor asociado a la humildad, el espíritu de compañerismo, la salud física y moral.

Todo lo recordaba hace una semana en la moderna Base «Príncipe» de Paracuellos de Jarama su actual General, Pérez de Aguado. Se construyó el nuevo acuartelamiento cerca de las pistas de la Base Aérea de Torrejón, próxima a posibles misiones, junto a nuestros hermanos del Ejército del Aire, los queridos –y normalmente acertados– lanzadores. Procedíamos básicamente de Alcalá de Henares la histórica ciudad que nos acogió durante décadas y que también tenía su Base Aérea en la carretera Alcalá-Meco. Allí se forjó una inicial Agrupación de Banderas Paracaidistas (Enero de 1956) y la posterior Brigada Paracaidista (1965) que integró a fin de darle autonomía de combate, apoyos de Artillería, Ingenieros y un Grupo Logístico. Los que creían que con solo Infantería se podía ir a la guerra llamaron a aquel conglomerado de armas y servicios, el «grupo raro». Pronto comprendieron que la integración era más que beneficiosa y que aquella unidad daría respuesta durante años a necesidades de la Defensa y de España en múltiples y variados frentes, por supuesto, no siempre fáciles. Al costoso en vidas y heridos «bautismo de fuego» de Tiquisit Igurramen (Ifni) en 1957 y en las operaciones en el Sahara en 1961 y entre 1974-75, siguieron hasta hoy múltiples misiones. En 1991 se rompieron límites geográficos al afrontar el despliegue de un contingente en misión humanitaria en el Kurdistán iraquí. Aun hoy, con modernos medios, nos parece una misión complejísima que mandó el segundo jefe de la Brigada, Javier Ledesma. Siguieron con riesgos normalmente iniciales, 4 Agrupaciones en Bosnia, 2 en Kosovo, 1 en Mozambique, 6 en Afganistán, 1 en Pakistán, 3 en El Líbano, 1 Mali y otra en Irak, dos países a los que regresan este año. Como suelo decirles, han tenido tiempo de estudiar geografía y algo más. Sus componentes han estado en contacto con nacionalismos excluyentes devenidos asesinos; han conocido la desesperante lentitud de medidas adoptadas por Naciones Unidas; han estado en contacto con el sufrimiento humano; han puesto a prueba –y superado con nota– su solidaridad. Soy testigo de cómo regalos familiares de Navidad llegados de media España, eran repartidos en plena crisis bosnia, a personas a quienes solo les quedaba el miedo en sus almas. Tampoco es casualidad que la municipalidad de Mostar concediese el título de hijo adoptivo a Luis Carvajal el expedicionario General de la Brigada en 1996. Un genial Mingote sacudiría la conciencia de defensa de los españoles al plasmar en dos viñetas los comentarios de un lector de periódico. En la primera escribía: «La ciudad de Mostar agradecida y conmovida nombra hijo adoptivo a un general español. Bueno»; en la segunda: «Una marquesa sorprendida en una marisquería con un delantero centro. ¡Que noticia!»

Me uno a la celebración de este pasado 23-F, pero sobre todo me uno al espíritu de una unidad que lleva en sus genes la defensa de los compromisos e intereses de España, donde y cuando haga falta.

¡Una unidad que ha proporcionado seis Jefes de Estado Mayor, dos de ellos aún en activo, algo alberga en su alma! ¡Feliz aniversario!