Opinión

Desgracia y catástrofe

Es muy conocida la famosa anécdota en la que, en cierta ocasión, le preguntaron al Primer Ministro Británico Benjamín Disraeli sobre la diferencia ente una desgracia y una catástrofe, a lo que él contestó: –«Lo entenderá usted enseguida: Si Gladstone cayera al río Támesis y se ahogara, eso sería una desgracia; pero si alguien lo sacara del agua, eso sería una catástrofe». Recordemos que William Ewart Gladstone era el rival político de Disraeli. Esta anécdota resume el ejercicio de una política basada en el enfrentamiento personal, que habría que superar en beneficio de la ciudadanía, y eso, que tanto Disraeli como Gladstone eran dos políticos excepcionales.

Las ideologías son importantes, pero no me cabe duda de que la ciudadanía hoy exige menos ideología y mejor gestión de los intereses colectivos, de tal modo que el rédito podría estar más cerca del análisis de la gestión del que gobierna y de las propuestas de los que aspiran a gobernar, que de un escrutinio ideológico. Esto exige debates racionales e inteligentes y no enfrentamientos, descalificaciones y sobre todo deslegitimaciones.

En la actualidad, la mayor legitimidad política no la puede sostener una suerte de superioridad moral, de tal suerte que en su fútil ejercicio algunos se conviertan en los más patriotas en la defensa de España, otros en los que más defienden la igualdad, en especial la de género, otros son los únicos que garantizan la protección de los más desfavorecidos, etc.

Mas con la frase de Lincoln «Se puede engañar a todo el mundo algún tiempo... se puede engañar a algunos todo el tiempo... pero no se puede engañar a todo el mundo todo el tiempo», se está sentando las bases de la política contemporánea, por lo menos en cuanto a declaración de principios, los ciudadanos no son tan crédulos como algunos creen y de vez en cuando se revelan electoralmente.

El mundo requiere de líderes que sepan afrontar la realidad con naturalidad y valentía por más cruda que se presente, sin cálculos electorales.

Los líderes de verdades a medias guiados por cálculos electorales, como la mentira, por ejemplo, tendrán las patas muy cortas.

Los grandes líderes de todos los tiempos afrontaban la verdad para resolver el problema acuciante y así intentaban buscar su solución sin crear otros, porque la verdad no se puede esconder.