Opinión

España, golpe a golpe

Formo parte de unas generaciones que no han conocido una guerra abierta en nuestro territorio patrio, en el que si se vieron involucrados nuestros padres y abuelos en buena parte de los siglos XIX y XX. Sí hemos sufrido una guerra larvada provocada por parte de una sociedad que dio soporte a un movimiento asesino como fue y es ETA. Y de sus llamados años de plomo, se derivó principalmente –en mi opinión– el golpe del 23 de febrero de 1981. Mas, cuando parecía que estábamos vacunados de intentonas y pulsos contra el Estado, vivimos un segundo golpe procedente de una parte de la sociedad catalana, que ciertos analistas llaman «subversión suave» por cierto ropaje externo, pero que esconde en su interior una violencia que ya asomó en Terra Lliure años atrás –muchos de cuyos componentes han reaparecido hoy en primera línea– y que rebrota ahora en los «Comités de Defensa de la República».

Han pasado 37 años y encontramos –salvados momentos, finalidades y circunstancias– ciertos elementos comunes a los dos golpes.

1.-Partimos de movimientos surgidos de un nacionalismo excluyente, bien que los medios utilizados por el vasco –la exclusión física por el asesinato, el secuestro y la extorsión– no se dan en el catalán. La diferencia es importante.

2.-En ambos casos sus promotores se abrogaron equivocadamente la total representatividad de la ciudadanía.

3.-Las cámaras de representantes dieron visibilidad al intento: el Congreso de los Diputados en 1981; el Parlament de Cataluña en 2017.

4.-Ambos golpes propiciaron la determinación y mensaje del Rey de turno: Juan Carlos I en la madrugada del 23 de febrero, Felipe VI el pasado 3 de octubre.

5.-Son semejantes los tiempos de gestación de cada golpe. Cinco años de «ruido de sables» desde aquella legalización del Partido Comunista en la Semana Santa de 1976 ( Galaxia, Játiva, Atarés en Cartagena, coincidiendo con la escalada de GRAPO y ETA); seis, como nos ha recordado en su trabajado auto el juez Llarena, desde la firma del Pacto de Transición Nacional en diciembre de 2012 y su desarrollo, plasmado en el Libro Blanco de septiembre 2014, considerado la «piedra Rosetta» que incluye y descubre todo el proyecto escisionista. Atrás quedaban el olímpico «freedom for Catalonia», las pitadas al Rey en el Nou Camp y las imponentes manifestaciones de las Diadas de septiembre.

6.-El mismo delito de rebelión. Visto en directo por millones de españoles en 1981, producido ahora –sigo el hilo del auto de procesamiento– «por el mero alzamiento, sin que sea necesario que alcance sus objetivos». Porque «la masa de fuerza de 60.000 personas congregadas por ANC y Omnium, destrozaron coches de la Guardia Civil y obligaron a una Comisión Judicial a huir por la azotea, con lo que se producía una real restricción de la capacidad de actuación del Estado como consecuencia del uso de la fuerza». Y añade el juez: «cuando sus cabecillas conocían el fanatismo violento de muchos de sus seguidores». Claramente asocia Llarena los dos golpes cuando compara los hechos de septiembre del 2017 en Barcelona, con «la toma de rehenes mediante disparos al aire» de 1981.

7.- Varios responsables de los Mossos advirtieron el pasado 20 de septiembre a Puigdemont, Junqueras y Forn de los riesgos de llegar a una peligrosa escalada de violencia. ¡Cuántos generales , oficiales, políticos y periodistas, advirtieron al Gobierno de Suárez de lo que se estaba gestando! Las mareas siempre son previsibles.

8.-La obsolescencia. Escuchando solo a los grupos que les apoyaron o les apoyan, los golpes se han escudado en parámetros de otros siglos, en que las intentonas podían tener éxito. Ello entraña cierto empeño suicida, porque saben que en el fondo no puede triunfar un movimiento entre una sociedad más madura, informada y responsable. Tejero debió convencerse de que España no era un cuartel; los líderes del «procés» que su manoseado relato histórico teñido de falsa épica no se sostiene, hundido por vergonzosas huidas –en 1981 no hubo huídas–, por las inmoralidades del Palau y del 3% , por odios sociales, por sus propias ambiciones y contradicciones internas.

9.-Mismo delito de rebelión. En el fallo del Tribunal del 23-F se condenaron a 21 militares y guardias civiles y a un paisano (García Carrés), tipificando los delitos de «rebelión», «conspiración para la rebelión» y «auxilio de la rebelión» con penas que oscilaron entre los 30 años (Milans del Bosch y Tejero) y 1 año (Capitán de Navío Camilo Menéndez). Con diferente Código, lo aplica ahora en su auto, Llarena. El Juicio Oral determinara su tipificación.

Obligado estoy a recordar, que en ambos golpes no se han producido víctimas mortales, algo que nos distancia del Siglo XIX y comienzos del XX. ¡Algo hemos ganado, golpe a golpe!