Opinión

La orden militar de Calatrava

La Orden militar de Calatrava es de las más importantes del mundo. Toma su nombre de la ciudad de la misma denominación, que es, a su vez, heredera del antiguo obispado de Oretum, en la cuenca alta del río Guadiana. Fundada en la ciudad de Almazán, en 1158, por el abad don Raimundo Sierra, del monasterio del Císter (Fitero), al cual se le había encomendado la defensa de la frontera musulmana por el rey Sancho de Castilla (c. 1134-1158). En la fundación de la ciudad colaboró con gran eficacia fray Diego Velázquez, antiguo soldado y más adelante religioso del Císter. Estando en grave situación de guerra la plaza de Calatrava, el arzobispo de Toledo dio la absolución a quienes la socorriesen. La predicación en las tierras de Fitero originó la intervención del abad don Raimundo, cuya colaboración entusiasta originó la participación de miles de personas en cruzada.

Cuando murió don Raimundo, los caballeros no quisieron depender de un Abad y eligieron un Maestre. Los monjes se retiraron a Ciruelos y en Calatrava quedaron los caballeros, que nombraron al primer Maestre, don García, el cual reformó la Constitución de la Orden de Calatrava, convirtiéndola en una milicia de Dios, sus caballeros en hermanos del Císter, dependientes de la inspección del abad de Scala Dei en la Gascuña. Los caballeros con sus votos religiosos adoptaron un hábito blanco y un escapulario bajo la túnica, pegado a la piel, que simboliza la espiritualidad y el desapego de las cosas terrenales. En 1385, el Maestre Gonzalo Núñez impuso sobre la túnica la cruz roja formada por cuatro lises iguales.

En el reinado de Alfonso XI el Maestre de la Orden fue cargo vitalicio y tuvo un palacio-residencia en la ciudad de Almagro; por añadidura, impuso el gobierno de la Orden por Comendadores. En tierras manchegas, pues, en 1158, fue la sustitución del Temple por la primerísima Orden Militar de Caballeros españoles dispuestos a la defensa en cruzada contra infieles de la religión cristiana. El gran monarca Alfonso VIII, llamado el de Las Navas, vencedor de los almohades en la gran batalla en la que reclutó un gran ejército, apoyó la creación de la Orden, que hubo de ser la primera de las peninsulares ibéricas. El cambio respecto al Temple se refiere en la Orden de Calatrava de un grupo de caballeros que asumían la vida y la disciplina, eligiendo para ello el Císter que crecía y la figura de Bernardo de Claraval lo más adecuado para asumir la Regla de los Caballeros. El sistema de filiales en la fe y en su defensa, tuvo entre otras la de Montesa, que es la tercera, cuya bula fundacional fue promulgada por el Papa Juan XXII el 10 de junio de 1317; también hubo Órdenes militares cistercienses independientes de Calatrava. Y su gemela, la Orden de Cristo.

Por su especial característica religiosa, está claro la necesidad de vínculo con una línea de espiritualidad que, como se ha indicado, se centra en la elección cisterciense, orden religiosa fundada por San Roberto en la abadía de Citeaux, que en 1098 quiso restaurar, siendo abad de la abadía cluniacense restableciendo la austeridad primitiva de la regla de San Benito y fundando cerca de Dijon la de Citeaux. El tercer abad San Esteban Harding, de 1113 a 1115, conoció su primera expansión fundando cuatro monasterios filiales. Uno de ellos en Clairvaux. San Bernardo fue el primer abad, enérgica personalidad que dio el gran impulso y escribió la Regla, la famosa «Carta de Caridad», y dejaba en manos de cada abad la dirección de su monasterio. La Orden adquirió una importante capacidad de expansión que fue paralela a la expansión del Cristianismo en la sociedad occidental y en el crecimiento de la Iglesia. Los monjes mantenían vivo el espíritu de cruzada, característico de todas las Órdenes militares. No resulta extraño la elección del Císter, lo que llevó la adopción e ingreso en el nuevo proceso de normalización cisterciense, confirmado por el Papa Alejandro III, hasta que en 1186 el capítulo general cisterciense otorgaba una segunda regla, definitiva, con Órdenes filiales.

Destacan las grandes figuras que se dio en el proceso de la actividad bélica durante la Reconquista española en la Baja Edad Media, las grandes figuras de maestres de la Orden de Calatrava.