Opinión

Guernica

¿Qué ocurre cuando en un momento de la historia el oportunismo de un genio coincide con la necesidad de propaganda internacional de un Gobierno? 81 años después podemos saber que la génesis y exégesis de una obra maestra no es como nos la contaron. El Guernica, la pieza que el Ejecutivo de la República encargó a Picasso en 1937 para la exposición de Paris, no fue concebida como una pieza antibelicista sino más bien como una gigantesca trama simbólica de sus alrededores familiares y emocionales. Hasta ahora, por ignorancia o por miedo a ser expulsado del paraíso de los «bienpensantes», nadie se había atrevido con datos y bocetos a señalar que este mural que alberga el Reina Sofía, no fue concebido como respuesta a ese bombardeo de la Legión Cóndor sobre la localidad vasca. El Gobierno de la República, en plena Guerra Civil, necesitaba escaparates donde «captar» la atención de eso que ahora se llama «internacionalización» del conflicto. Esa misma necesidad la tenía Picasso sobre su obra.

Era una oportunidad de abrir de par en par ese reconocimiento así que se puso manos a la obra. Era el momento para un gran pintor tan hábil como genial. Con unos inicios un tanto titubeantes, visibles en los bocetos, desplegó todo su imaginario simbólico con él convertido en ese toro omnipresente, la mujer recogida en la imagen del caballo, su esposa, su amante, su madre, la impotencia de su gran amigo el suicida Casagemas, la espada rota...en definitiva sí mismo. Picasso planteó una obra sobre sus circunstancias alejado de toda perspectiva política. El título fue fruto de un tiempo, la guerra, y unos amigos políticamente muy activos en el comunismo y el nacionalismo vasco que vieron la condición icónica. Hasta hoy.

El profesor José María Juarranz de la Fuente acaba de publicar «Guernica, la obra maestra desconocida» donde desmonta todos los elementos tomados por ciertos por crítica y política. Puede parecer una osadía el despiece de las verdades pero lo reconstruye sobre los elementos gráficos que lo dotan de sentido. Cada boceto, cada paso, cada época, cada elemento, cada figura, cada testimonio tienen una razón de ser en el Picasso genio. Nunca fue un pintor político, salvo tres obras menores, pero sí un pintor rodeado de políticos que reforzados en la propaganda soviética vieron en el mural el monumento visual contra la guerra. La historia que nos habían contado tenía un refuerzo esencial en el calendario, la obra de Juarranz en la vida y obsesiones del autor repasada y revisada con paciencia de entomólogo.