Opinión

Isabel Pantoja, abuela superventas

La Pantoja «and family» ocupan la actualidad. Nada parece más entrañable que ver a la folclórica sosteniendo en brazos a su nieta Carlota, la hija de Kiko Rivera e Inés Rosales. Nunca me pareció mas próxima y renovada; de hecho, debería prodigar más esa faceta tan femenina y blanda. «Tiene los ojos azules de su abuelo Paquirri», y los suyos lagrimearon al establecer la semejanza entre abuelo y nieta. Cierto, la del torero fue una mirada que marcó una época desde que primero encandiló a la guapísima Carmina Ordóñez, a quien también flechó aquella mirada traspasadora que ya había calado hondo en Antonio Ordóñez y Lolita. «Mi padre estaba enamorado de Paco», así me lo confesó la propia Carmen, sonriente y cínica cuando se lo pregunté en Canal Nou al inaugurar un programa presentado por Terelu y menda. Altiva y despreciadora, Carmina prohibió que el peluquero, su detestado Rupert, se hiciese cargo de su mata de pelo.

Fue un rechazo que marcó historia y redescubrió su soberbio talante, algo que conocíamos sus adictos y que ella paliaba y equilibraba con una generosidad única.

Los comentarios sobre Isabel con su criatura, ante un Kiko Rivera casi apuesto son para todos los gustos. Es evidente que los Pantoja conquistan, ganan adeptos y pertenecen a lo más enaltecedor de un padre y también de una abuela que en el bautizo estrenó un rostro muy sorprendente y terso. La única folclórica que sobrevive en nuestro país presenta una imagen cuidadísima, sin nada que recuerde a la profesional con volantes y olés, santo y seña de un estilo, un género en desuso y una prolongada carrera sin parangón. Porque aunque muchos se empeñaron en enfrentarlas y compararlas, Rocío Jurado y ella nunca compitieron.

Puedo decir que tuvieron una relación mantenida en secreto, con interminables llamadas de una a otra, que yo seguía desde la terraza que Jurado tenía como cenador. Nunca comprendí tamaño tejemaneje, risitas y autobombo reconociéndose méritosmutuamente. Yo seguía enrojecido aquella batalla de flores sin comprender su complicidad casi sospechosa, ya saben que soy malpensado.

Volviendo al presente, la historia de la tonadillera promete sucesos que nos pondrán los pelos de punta. La saga crece por el lado más inesperado, que va directo al corazón. Pantoja sabe muy bien cómo llegar a las fibras y la verdad es que ella ya no tiene mucho que vender. Por eso tira de la familia y más contando con la simpatía que generan los niños. Ojo con el porvenir de esta santa infancia. Ojalá dosifiquen sus apariciones porque mejor sería darle tiempo al tiempo.

Ahora, tras su nuevo posado y con un evidente retoque facial, Isabel más parece una princesa oriental que nacida bajo la Giralda. Estamos listos, también resignados, para deslumbrarnos ante Carlota y también dispuestos a otro susto. Fue lo que pasó con Kiko cuando era niño y ya ven lo bien que resultó. La esperanza es lo último que se pierde.