Opinión
Francisco Hernández y América
Los archivos de la Universidad Complutense registran en acta, en el libro 397, Universidad, folio 85, donde puede leerse: «1536. Bachiller en Medicina. Francisco Fernández. A 22 de mayo del susodicho año se graduó de bachiller en Medicina el bachiller Francisco Fernández de la Puebla de Montalbán e fue su presidente que le dio el grado de bachiller el Dr. Xristoval de Vega». Este sencillo apunte concede autoridad de ejercicio de la medicina, aunque se vio obligado a matricularse en Artes –lo que hoy se denomina Humanidades–, antes de matricularse en Medicina, como era obligatorio en la Universidad de Alcalá, una de las tres Universidades que ostentaban por entonces el título de «Universidad del Reino».
El médico Francisco Hernández ha sido muy estudiado y analizado en investigaciones por historiadores. Se graduó en la Universidad de Alcalá, fue médico del duque de Maqueda, en la villa de Torrijos, y después ejerció en Sevilla, donde contrajo matrimonio con Juana Díaz de Paniagua, de la que enviudó, quedando con dos hijos. Residió en Extremadura, fue médico del monasterio de Guadalupe y puso mucha atención en el jardín botánico del monasterio. Practicó la «herborización», en la que llegó a ser, como veremos, un magnífico experto.
Tenía en Toledo casas y propiedades y practicó la medicina en el Hospital de Santa Cruz, haciendo visitas muy repetidas a Madrid y gozó de la amistad de Vesalio, cuando por entonces completaba la traducción de la Historia Natural de Plinio, cuando cambió de residencia y se instaló en Madrid, donde alcanzó la atención del Rey y la comisión de médico de cámara de Su Majestad Felipe II en 1569. El rey, que gustaba conversar con el médico, comprendió inmediatamente su valía e inteligencia y el 11 de enero de 1570 le nombró «Protomédico General de toda la América Española, islas y tierra firme del Mar Océano», para hacer la Historia Natural de las cosas de América, por espacio y tiempo de cinco años. Felipe II le dio personalmente instrucciones de su misión que le encomendaba a Francisco Hernández y que transcribe íntegras uno de sus investigadores, Somolinos (1960), que con anterioridad había publicado Alonso Muñoyerro (1945). El Departamento de Historia de América de la Universidad Complutense ha tenido varios de sus componentes dedicados a la investigación de nuestro protagonista, de los que recuerdo a la española Francisca Hernández, casada con un eminente académico y catedrático mexicano.
Hernández debió de recibir las instrucciones de Felipe II con una verdadera urgencia: «Primeramente, que en la primera flota destos reinos partiere para la Nueva España os embarqueis y vayáis a aquella tierra primero que a ninguna otra parte... porque se tiene relación que en ella hay más cantidad de plantas e yerbas y otras semillas medicinales conocidas que en otras partes». Perentoria orden; para cumplirla se le daban crédito y sueldo por cinco años. Igualmente se le pedía, «de cuanto hagáis conocimiento haréis escritos con cuantos detalles sean imprescindibles para el estudio y experiencia». Lo cual suponía la apertura de cuanta información fue preciso conocer para la instauración de Facultades y Escuelas de Medicina y estudios de Botánica en América.
Hernández viajó en el acto, dejó a su hija María en el convento de San Juan de la Penitencia de Toledo. Partió con su hijo Juan y el geógrafo Francisco Domínguez del puerto de Sevilla a primeros de septiembre de 1570. Llegó a Santo Domingo, en la Isla de La Española (hoy Repúblicas Dominicana y de Haití). Primeramente tomó contacto con los protomédicos que fueron los primeros autores de tratados de Medicina y Cirugía, iniciando las primeras exploraciones botánicas, que en los siglos XVII y XVIII tuvieron ilustres cultivadores, y preparó el terreno en los dos grandes virreinatos de Nueva España y Perú. Él y el geógrafo Francisco Domínguez levantaron planos, croquis de monasterios, edificios, ciudades. En dicha cuestión han sido estudiados por el Doctor español Don Francisco Guerra sobre esa gran exploración medicinal previa a la realización de implantación de facultades de Medicina en el Nuevo Mundo, así como las primeras publicaciones de libros y conexiones con cultivadores de plantas medicinales, recogiendo pruebas farmacológicas y avanzado considerablemente en la redacción de la Historia Natural de México y diez volúmenes de pinturas de plantas.
Llegó Hernández al puerto de Sevilla en 1577, dejando consignada la relación de plantas y semillas mexicanas que ya estaban plantadas en los jardines del Alcázar sevillano. Todavía queda por consignar las publicaciones y doctrinas farmacológicas y el interés científico extendido como el fuego entre los nativos con el apoyo y el interés del Estado español y de la ciencia universal.
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