Opinión
Álex Lecquio responde al tratamiento
Todo son apoyos, ánimos, mensajes solidarios y admiración ante la serenidad que demuestran Ana García Obregón –ya doña Ana, el tiempo pasa, coño– y el conde Lequio. Impresiona y cautiva la entereza que están demostrando ante el drama de su ya más que veinteañero hijo Álex, un niño deseado que en su tiempo batió récords de emociones a flor de piel. Cuando nadie apostábamos por tan extraña y contrastada pareja, Anita se descolgó con la criatura, que si bien no fortaleció la unión amorosa, más bien lo contrario, los hizo amigos para siempre.
Fueron años donde todos se emocionaban ante uniones así. El joven Lequio, a primeros de abril, se instaló en Nueva York para seguir el tratamiento de su mal. Se alberga en uno de los Marriot cuatro estrellas de la ciudad. Allí también permanece atribulada su madre, a quien relaja y tranquiliza la proximidad con su retoño y los avances que sigue sin que nadie se los cuente. El conde ha reorganizado sus colaboraciones televisivas haciendo un bloque de sus días de intervención. Así logra tener varios libres y volar algún viernes a Estados Unidos. En su última escapada fue sorprendido al ver que el enfermo se rapó al cero para evitar entristecerse con la inevitable caída del pelo. Instalada una y asiduo el otro a ese país para tener conciencia real cercana sin deformar del caso, que aseguran va para largo aunque el tratamiento responde y eso tranquiliza a todo el clan familiar.
«De eso no quiero hablar, evito el tema», me dijo el italiano, lógicamente evasivo, sin ganas de airear lo que ya es de todos conocido. «No esperábamos algo tan positivo, dentro de lo que es el tema», me dicen quienes están estrechamente unidos a ellos, igual que Rocío Carrasco mantiene impertérrita, dura y recia el distanciamiento con los suyos. No se deja ver y menos con los que compusieron su cálido y admirado entorno. Ni siquiera se relaciona con sus hijos en inexplicable actitud, que en nada recuerda a la que durante muchos años y, pese a su rechazo, tuvo el afectuoso tratamiento de Rociíto.
Cumpleaños de Santana
Se han cumplido doce años desde que se fue «la más grande», Rocío Jurado, y su hija mantiene la distancia rompedora con el resto de la panda, entre los que siempre sobresale, incluso sin proponérselo, Rosa Benito, constante con sus bien pagadas apariciones televisivas. Mientras la hija de su madre parece haberse esfumado, su aprovechada y vistosa «cuñá» da que malpensar en programado calendario de intervenciones que siempre recuperan un ayer mejor al afligido hoy de los Lequio- Obregón, al tiempo que un irreconocible Manolo Santana cumplió 80, que sí representa, enraizado en la Marbella de entonces. Intentó aderezarlos festivamente con la exótica, trepadora y dominante Claudia, su cuarta esposa. Al un día campeonísimo no le respondió el «body» cuando su mujer, al final de la fiesta de cumpleaños, le sacó a bailar un bolero en la Marbella de sus mejores años, muchos al lado de la hoy demoledora Mila Ximénez, la cáustica y más sobresaliente, con Jorge Javier y Belén Esteban, de «Sálvame». La danza se limitó a un simple y decepcionante movimiento de aquellas manos tan certeras dándole a la raqueta.
El tenista no parece el mismo, tal subrayó Begoña Villacís al comer en Casa Lucio con la Peña IV Poder. Señaló eso y sus intenciones como política de moda, de cara atractiva, que algunos hasta comparan con una estrella de cine: «No busco llegar a ministra, solo aspiro a convertirme en alcaldesa de Madrid. Es un cargo que sobrepasa a cualquier otro. Algún día espero poder remediar las muchas y constantes pifias de Carmena, lo peor en muchos años que le ocurrió a la capital. Como ese proyecto de crear una playa artificial en pleno centro urbano. ¿Se habrá visto mayor disparate?», algo que Pedro Ruiz ironiza en el renovado «show» –«Confidencial»– que lo sostiene como el único humorista que corta y raja sobre la España actual y que, con estos personajes, parece la de hace veinte años.
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