Opinión

La corrupción

¿Ha dejado de preocuparnos la corrupción? La respuesta cuantitativa por páginas escritas y horas de televisión es que sí. La moción de censura que llevó a Pedro Sánchez al poder tuvo una sentencia de la Gürtel como detonante y la regeneración como camino para recorrer el futuro democrático. La denuncia de las mordidas, tropelías y mangoneos se convirtió en razón de ser de una forma de hacer política y de hacer periodismo. Con la información siempre por delante de la reacción política. De hecho la «corrupción» del «aznarismo» fue el principal argumento de oposición a Rajoy hasta su desalojo. Para que un caso tenga atención mediática necesita que los responsables sean reconocibles y que el delito sea fácilmente comprensible. Eso se consiguió con personajes en principio áridos como Correa y otros más pintorescos como Álvaro Pérez «el bigotes» por señalar solo dos. Recorrían operaciones, sumarios, comisiones de investigación, platós, eran entrevistados en la calle, fotografiados... el relato de la corrupción ha desarrollado las técnicas y narrativas de la «prensa rosa» con sus persecuciones, sus guardias y sus carreras... se han convertido en culebrones fáciles de seguir pese a la complejidad de los delitos y de las sentencias. La aparición constante generaba el «asco» generalizado y la sensación de caminar sobre un lodazal institucional. La Comunidad Valenciana aparecía como el escenario paradigmático del asalto. El «yonki del dinero», ese presidente de diputación contando los billetes en un coche... en los últimos días ha sido detenido el presidente de la diputación de Valencia por utilizar la misma empresa con distinto nombre para pillar, presuntamente. Era un presidente socialista y ha tardado 5 días en anunciar que lo deja. La sentencia de la Pretoria ha ocupado mucho menos espacio que el arranque de este caso de manual de corrupción urbanística. Condenados el tal «Luigi», ex diputado del PSC, el ex alcalde de Santa Coloma y que no falte la cuota de CIU, en este caso con Prenafeta y Alavedra como clásicos. Hace dos días nos enterábamos de una operación contra alcaldes, empresarios y policías locales por el abuso de semáforos y radares. Esta, como la lotería, llegó repartida con socialistas, populares y ciudadanos, con el alcalde de Arroyomolinos detenido. Ribera, que de los casos de los demás hace una tesis, de este no dijo nada. Esta es la realidad informativa y política en la que nos encontramos: los propios esquivan las valoraciones, lo otros acusan y todos tienen su pedrea. Pero ya no está Rajoy.