Opinión

Tocqueville y la democracia

Alexis de Tocqueville (1805-1859) y Gustave de Beaumont fueron enviados por el gobierno francés en 1831 a Estados Unidos para estudiar el sistema penitenciario. Fruto de aquel viaje, Tocqueville publicó en 1835 la primera parte de «La democracia en América» y la segunda en 1840, dos tomos escritos independientemente. Fue el primer escritor que inició una investigación del modo en que el principio democrático –la igualdad– es la causa primera del funcionamiento de la política. Lo propio de Tocqueville es el estudio de la política y comienza investigando las condiciones sociales históricas de las naciones, lo que debe ser esencial dejar asentado. De manera, pues, que el Estado social es el impulso motor de los regímenes democráticos, que Tocqueville entiende que es principio democrático, promotor de los regímenes democráticos. Con toda evidencia, Tocqueville no considera que el hombre se encuentre arrastrado por un determinismo y se esfuerza en proclamar la libertad del hombre, lo que supone, en rigor, un análisis profético sobre la marcha del proceso histórico: una reflexión de que la igualdad en los hombres puede desembocar lo mismo en condición de esclavitud como de libertad humana. Para conseguir este fin solicita Tocqueville una nueva «ciencia de la política».

En la Declaración de Independencia de Estados Unidos –ratificada el 4 de julio de 1776– se apunta que «todos los hombres fueron creados iguales»; en este sentido su teoría de la democracia reclama una nueva ciencia de la política, perfectamente adecuada a las nuevas condiciones ocasionadas por el triunfo de la igualdad. Al redactar en la Declaración de Independencia que «todos los hombres fueron creados iguales», se considera la propuesta fundamental o la verdad más evidente: Tocqueville muestra a los hombres que pueden ser iguales y a la vez libres, lo que demuestra que Tocqueville teme que el gradual de la igualdad podía llevar a la destrucción, con la posibilidad de la tiranía en el mundo. En todos sus escritos enfoca que su preocupación era proclive a un despotismo al que antes nunca se había pensado. Era el decenio de 1830, el que ocupó el gibierno del presidente Jackson, de manera que su visita a Estados Unidos fue una confrontación con la democracia misma. Estados Unidos no suponía para el pensamiento de Tocqueville un Estado en el que el principio de igualdad se hubiese realizado al completo, pero sí estaba convencido de que se aproximaban más a ese ideal, proclamando como único camino posible de las sociedades políticas humanas.

Un temor queda reflejado en las ideas que surgen en torno al carácter atomístico del régimen democrático: los nexos sociales no son los mismos que antaño y no es posible saber con certeza si se podrán mantener los lazos. Porque, entre otras razones, cuando el individualismo se une a la igualdad de condiciones se despierta una sed insaciable de extender las comodidades desarrolladas. En lo que se llama «Antiguo Régimen», la disparidad de riqueza de bienestar material era aceptada como parte del programa natural de las cosas. Con la caída del sistema feudal y de las formulaciones burguesas y nobiliarias, los hombres podían cultivar sus facultades superiores, lo cual suponía una riqueza personal y exclusiva de quienes entraban en los análisis derivados del pensamiento. De manera, pues, que la democracia debe satisfacer el deseo de bienestar, no de unos cuantos, sino de todos y hacerlo de tal modo que induzca a los hombres a llegar a sus problemas de acomodamiento supuestos por las pequeñas comodidades de la vida y hacer menos ardua la existencia para tratar de alcanzar una igualación. El brote súbito, dramático y violento contra la religión, la moral y la propiedad que estalló en 1789, solo fue una reacción pasajera, tan solo característica de un proceso revolucionario de los comportamientos sociales y políticos, pero no es una inclinación permanente de las épocas o momentos de las épocas democráticas.