Opinión

Respeto

Definimos el respeto como sentimiento positivo, valor moral fundamental para lograr una armoniosa interacción social. Se interpreta normalmente con carácter recíproco: yo te respeto si tú me respetas. Para los romanos el sentido de su «respectus» era el de «mirar de nuevo» algo así como ponerse en la piel del otro.

En una de las redes sociales que también invaden espacios castrenses, se resalta el respeto con que unos Mossos de Palamós despiden el féretro del padre de uno de ellos, Coronel de Infantería, cubierto con la Bandera de España. ¡Bien por los de Palamós! ¡Bien por quien considerando positiva la imagen, la difunde en estos momentos! El respeto marca el buen camino.

Mañana en varios puntos de Cataluña se rememorarán los trágicos momentos vividos el pasado año en Las Ramblas y en Cambrils. En una primera mirada aparecen muchos interrogantes: Ripoll, Alcanar, distribuidores de gas, okupas, fichas policiales, interrogatorios en cárceles, bolardos o avisos de la CIA. Ya faltó objetividad en una primera valoración porque el ambiente presagiaba lo que vendría en septiembre y octubre. La finalización del sumario, del que recientemente se ha levantado parte importante, seguramente nos aclarará muchas claves. Pero hay una cláusula bien determinada y que conocemos porque nos la enseñó ETA: los responsables son los asesinos; los que odiando querían romper la convivencia en una Cataluña que les había acogido bajo un manto de libertad.

Hay una segunda lección que debimos aprender de los atentados de Bruselas. Concluían los belgas que con seis policías en la capital europea, con distintas atribuciones, con diferentes sistemas operativos, incluso con diferentes lenguas, no podían hacer frente al terrorismo yihadista. ¿Contamos los servicios con responsabilidades respecto al atentado de 2017?

Para mañana viernes 17 pido este «mirar de nuevo» de los romanos, esta segunda mirada, apoyada en el respeto a los inocentes de siete países diferentes que sufrieron los bárbaros ataques. Si no ha habido antes unidad de acción, mañana debe haberla a los ojos del mundo; si se han mezclado los del río revuelto, hay que arrinconarlos a favor de corriente en una charca; si queremos ahuyentar la violencia yihadista, no esgrimamos la nuestra como mejor sistema de defensa.

Escribo con preocupación en un día festivo en toda España, cuando todo bulle al calor de agosto, cuando los pueblos rememoran antiguas tradiciones e intentan revivir, antes de que lo olvidemos, todo lo que significaron. Es la España más sufrida y menos reivindicativa. Y merece también enorme respeto.

Buscando ansiosamente aire fresco, encuentro el contrapunto en una noticia que difundió nuestra Academia de Cine: «Campeones», la película de Javier Fesser, había sido inicialmente seleccionada junto a «Handia» y «Todos lo saben», para representar a nuestro cine en la convocatoria de los Oscar de enero 2019. Estoy seguro que conmigo más de tres millones de españoles se han alegrado. Porque también hablamos de una nueva mirada, en la que se funden valores morales con la realidad tangible, el sentido del humor y una profunda reflexión sobre nuestro concepto de triunfo. ¿Quién es realmente campeón, el que triunfa a la vista de los demás o el que supera esfuerzos que parecen insalvables; el que se alegra de la victoria de los otros y la hace suya? Todos vivimos con «Campeones» aquella final de baloncesto en Tenerife que se pierde en el último segundo. Y cuando todos esperamos desolación, desencanto incluso recriminación, estalla la alegría, el abrazo universal, la felicitación al vencedor. Hacen buena aquella estrofa de Kipling (1): «Si tropiezas con el triunfo/ si llega tu derrota/y a los dos impostores los tratas de igual forma/».

Compare el lector cómo reacciona un equipo profesional ante el fallo de un penalti que entrañe derrota o eliminación.

El actor Javier Gutiérrez, que encarna el papel de entrenador de baloncesto en «Campeones» cumpliendo condena como TBC (Trabajador en Beneficio de la Comunidad), realiza un excepcional trabajo en el que conjuga un orgulloso currículo como segundo del «Estudiantes» –ya sabe el lector lo que encarna el concepto de «demencia»– con el de un irascible alcohólico, rebelde inicial con su condena, pero finalmente entregado a una labor social extraordinaria, dedicada a una gente que no distingue «los nuestros» de los que no lo son, en una sociedad rica que algunos quieren descomponer. Porque seguimos rehenes de nuestro pesimismo histórico atentos solo a lo que nos desune, algo que parte de nuestro cine se ha encargado durante los últimos años en realzar. Por esto nos alegra especialmente que otro cine salga en defensa de los valores de la cultura del esfuerzo y de la generosidad y ...sin perder la sonrisa.

En el fondo, todo son formas de respeto.

(1) Rudyard Kipling (1865-1936) «If»