Opinión

Pedro Tamarón y Romeral

Natural de La Guardia, del arzobispado de Toledo, pasó muy joven a América como capellán familiar del recientemente nombrado obispo de Caracas José Escalona y Calatayud. En tierras americanas habría de morir en el pueblo de Bamoa (Sinaloa), según datos aportados por el benemérito José Mariano Beristaín y Souza en la «Biblioteca Hispanoamericana Septentrional» (1883). Tamarón recibió en la Universidad de Santa Rosa la borla de Doctor y fue catedrático de Derecho Canónico. Llevó a cabo en Caracas una rápida carrera, obteniendo sucesivamente el curato y las dignidades de maestreescuela y chantre, la vicaría capitular en sede vacante. Al morir en 1757 el Obispo de Durango Sánchez de Tagle, el rey nombró a Tamarón Obispo de aquella inmensa diócesis, que habría de gobernar hasta su muerte.

Inmediatamente de tomar posesión del Obispado de Durango, inició una visita pastoral de la cual surgió la «Descripción del obispado de Durango», que es el diario de la visita de Tamarón. Fueron las primeras noticias de tan dilatado obispado, fuertemente elogiada en el IV Concilio Mexicano: «... No hay pueblo, ni hacienda, ni rancho que no se describa con sus rumbos y distancia». La demarcación geográfica comprendía territorios de Durango, Sinaloa, Sonora, Arizona, Nuevo México, Chihuahua y parte de Texas, Coahuila y Zacatecas.

Pese a su elevada edad de sesenta y tres años, Tamarón se revela como un gran atleta que no se arredra por las dificultades supuestas por las distancias, ni por lo abrupto del terreno, ni tampoco por los eventuales ataques de tribus colindantes con la demarcación del territorio episcopal. Existe en la Real Academia de la Historia de Madrid la «Colección de Memorias de la Nueva España», con un epistolario de Tamarón, dirigido al Virrey de Nueva España, señalando necesidades todavía de colonización, así como el gobernador de Sonora, Antonio de Pineda. Tamarón escribió el resultado de sus varios viajes –cinco en total– en los que recorrió 2.620 leguas.

Todas quedaron incluidas en su «Descripción del obispado de Nueva Vizcaya», donde persistieron todos los detalles, por mínimos que fuesen en la obra, englobando todo lo que por entonces se llamaba «tierra caliente», es decir, las provincias y reinos de Nueva Vizcaya y Nuevo México, con parte de Nueva Galicia, provincias de Sonora, Pimerias, Alta y Baja California, Sinaloa, Chinipas, Ostinuri, Tarahumaras, Real del Rosario, las villas de San Sebastián y San Javier e infinidad de pueblos que pasaban a formar parte y constituir territorios. La importancia de la obra de Tamarón es que todo ello queda reflejado con una sistemática impresionante, todas y cada una de las partes componentes del obispado, donde el obispo Tamarón desenvolvió su actividad. El motivo al que responden los viajes pastorales de Tamarón es una carta orden del recién creado Ministerio de Indias, dirigido a todos los obispos, ordenando censos, pura estadística e información sobre la existencia de ataques en la frontera que pronto se llamaría de las Provincias Internas del Norte de la Nueva España.

Del informe presentado por el Obispo Tamarón han sido localizados tres ejemplares: el original, que se encuentra en el Archivo General de Indias, en Sevilla; una copia que existe en el Biblioteca del Seminario de la ciudad de Durango; y otra copia, en la Biblioteca Nacional de México. Pese al interés histórico de este manuscrito sólo existe una edición, la de la antigua Librería Robredo de José Porrúa e hijos. Importante porque es la base histórica, tras el esfuerzo llevado a cabo por Tamarón en sus viajes, por ser el fundamento histórico del obispado de la Nueva Vizcaya: se publicó con un prólogo del historiador Vito Alessio Robles en 1937. La primera vez de la publicación íntegra del manuscrito es una edición cuidadísima y una introducción histórica manteniendo el título de «Demostración del vastísimo obispado de Durango». El manuscrito se encuentra estructurado por regiones étnicas, para lo cual se ha valido de la Carta Etnográfica de México elaborado por Orozco y Berra: «Geografía de las lenguas y carta etnográfica de México» (1864). Actualmente anticuada ante los muy decisivos de Hrdlicka, Walter Lehmann y Thomas-Swanton.

Merece la pena seguir desde la actualidad los enormes trabajos del primer obispo de Durango Tamarón y Romeral para dar cuenta de la inmensidad de lo que finalmente fue el Obispado de Nueva Vizcaya en las Provincias Internas del Norte de la Nueva España.