Opinión

Ciudadanos vulnerables

La imagen de un niño tapándose las orejas para escenificar que no quiere oír o el más abrupto «habla chucho que no te escucho» se han convertido en pautas de comportamiento de esta sociedad «infantilizada» y en proceso irreversible de aislamiento tribal. Hace unos días el responsable del «New Yorker» decidía suspender la participación en su festival del hombre que más hizo por la llegada de Trump al poder, Steve Bannon, el gurú del populismo, el asesor ayuno de escrúpulos.

El editor del semanario, Remnik, quería esa entrevista sobre el escenario en el festival que celebra la publicación con figuras públicas y el propio Bannon quería ser entrevistado para, ha dicho después de conocer la cancelación, enfrentarse a uno de los periodistas más valientes de su generación. Lo que para una sociedad informativamente sana iba a ser un intercambio de ideas sobre el que poder hacer un análisis crítico ha sido disuelto porque los lectores, suscriptores no querían escuchar a quien opina distinto. ¿Es ilustrativo conocer los métodos de quien ha protagonizado una operación política criticable pero sorprendente y sigue intentándolo por todo el mundo? la respuesta es afirmativa ¿El periodista Remnick le iba a plantear cuestiones interesantes? la respuesta también es afirmativa. ¿Por qué no se produce ese encuentro? por lo mismo que está sucediendo, a escala individual, entre los consumidores de información, no quieren lo diferente o incluso lo temen. La curiosidad, el espíritu critico y la necesidad de estar informado han desaparecido y ahora hay burbujas donde solo se lee, ve o escucha aquello que no te interroga ni te amplía el horizonte. La actividad intelectual pierde vigor y aumenta el número de ciudadanos vulnerables, de ciudadanos fáciles.

Cuantos más miembros tengan esas burbujas de la autocomplacencia más seguro estarás de habitar el lado correcto y más se reforzarán las fronteras para no querer salir. Así se generan esas «mayorías sorprendentes» sobre las que el populismo cimenta su expansión. Los puentes entre grupos están dinamitados y eso que se llama criterio periodístico solo resiste, de momento, en empresas fuertes. Los mensajes se multiplican mientras asistimos al empobrecimiento de la información y el debate. Este proceso es absolutamente transversal y azota a todos con independencia del nivel económico y de formación. He puesto el ejemplo de Bannon y el «New Yorker» por ser un episodio reciente pero aquí con el soberanismo catalán tenemos el ejemplo paradigmático de las consecuencias de este sistema de burbujas donde los que mandan llegan a olvidar, ya de manera refleja, a la mitad de la población.