Opinión

La Ruta Quetzal

El quetzal es una preciosa joya alada de México y Centroamérica, del tamaño de una paloma torcaz. Revestido con un plumaje de singular belleza, su elegantísima figura de noble porte constituye un inolvidable espectáculo en su vuelo de ondulado y colorido sabor. La primera descripción de esta ave se debe a un español insigne, Francisco Hernández, nacido en Puebla de Montalbán (Toledo), autor de una monumental «Historia Natural de la Nueva España» en diecisiete volúmenes. Importante, sobre todo, por haber sido nombrado por Felipe II Protomédico de las Indias y, como tal, organizador en América de los estudios de Medicina y de atención sanitaria hospitalaria, logrando en este campo un impresionante desarrollo. En la civilización tolteca la belleza del quetzal ha quedado como atributo del dios civilizador Quetzalcoatl, cuyas características son de alta culturización y aperturismo intelectual en la teogonía mexica del Anahuac.

Este es el símbolo que Miguel de la Quadra-Salcedo, benemérito español de las Encartaciones, eligió como timbre para esa decisiva e importante «aventura», promovida, organizada y llevada a cabo por él como ejemplar medio educativo y de aproximación entre jóvenes estudiantes españoles e hispanoamericanos.

Se trató de una lección viva de historia y una profundización de las culturas americanas y española en la misma dimensión temporal en que establecieron una relación. Los jóvenes estudiantes que deseaban intervenir en las expediciones debían participar en un concurso, presentando un trabajo original sobre aspectos de interés en las relaciones entre España y América y temas históricos, literarios, artísticos y musicales. Un jurado, designado por la Universidad Complutense, seleccionaba los mejores trabajos, cuyos autores recibirían una beca para participar en la expedición. La Ruta Quetzal del 2001 fue a Ecuador y Perú, iniciando en San Francisco de Quito la singladura en la que se busca el «spondylus», el oro rojo de los Incas, milenaria ofrenda sagrada, objeto suntuario y ornamental, que se consideraba un símbolo de hermandad, como el conjunto del viaje celebraba el hermanamiento de las naciones de Ecuador y Perú, cuya paz definitiva fue sellada en Brasilia en octubre de 1999, en presencia de los Reyes de España.

Pasaron los jóvenes por la línea equinoccial, donde los marinos españoles Jorge Juan y Antonio de Ulloa y el ecuatoriano Pedro Vicente Maldonado establecieron la medida de un arco de meridiano terrestre. En el palacio incaico de El Callao, al pie del volcán Cotopaxi, celebraron la fiesta del solsticio de invierno; estudiaron las culturas de los valles peruanos costeros; navegaron por la costa del Pacífico, entre los puertos de Manta y Paita; se detuvieron en el estudio de la cultura Mochica, en especial su capital Chan Chan; por los Andes llegaron a Cajamarca, donde tuvo lugar la entrevista con Atahualpa, señor del Tahuantinsuyu; las ciudades españolas de Loja y Cuenca; y recorrieron los Andes grandiosos, para regresar finalmente a San Francisco de Quito, donde tomaron contacto con las escuelas pictóricas del barroco quiteño.

En España continuó la Ruta Quetzal su viaje de estudio. En Madrid fueron recibidos por el Rey Juan Carlos, que demostró, una vez más, un alto sentido americanista. Recorrieron en España tierras de fuerte vinculación con América: Extremadura, Castilla, para concluir en Burgos en la que se efectúa una visita a Atapuerca, el origen de la humanidad europea. Uno de los ejes del viaje se centró en la que fue residencia maestral de la Orden de Santiago, la villa de Uclés, donde les fue expuesta la importancia de la Orden en España, la destacada actuación en América de muchos caballeros santiaguistas, así como la historia del monasterio priorato y la concesión del Fuero de Uclés. Desde Uclés se efectuaron visitas a Cuenca y a la reconstrucción de la ciudad romana de Segóbriga. Por último, la conferencia de clausura del curso académico, de tan variado y profundo interés, tuvo su final en la Real Academia de la Lengua Española, donde fueron entregados los diplomas de la Universidad Complutense.

Maravillosa aventura de la historia española y americana, de las artes, la música, la literatura, la ciencia, con un alto tono intelectual y una seriedad a toda prueba, demostrando la preeminencia del espíritu sobre la materia. La energía profundamente española de Miguel de la Quadra-Salcedo, uniendo dosis de entrega, trabajo y dedicación, sabiendo fundir los más profundos ideales con la sólida y recia formación, aproximándose a la historia-realidad a través del conocimiento vivido y directo, como una asunción efectiva del riesgo de la libertad, desde el entusiasmo juvenil y la madurez de quienes han sabido patrocinar esta escuela viva (BBVA), en la que los sueños juveniles de muchachos de cuarenta y tres países de Europa y América se hermanaron en la cultura y el espacio que habla, piensa y reza una misma lengua.