Opinión
Torra
Lo más normal es que cuando escribo esto hablara de Quim Torra como el ex-President de la Generalitat, otro más y otro menos. Que en el cumpleaños del 1 de octubre dejara todo el protagonismo a la radicalidad de los CDR con su aplauso y su invitación a «apretar» inhabilitan a cualquier responsable político de «todos» los catalanes. Pero ahí sigue mejorando hasta la náusea esa técnica política independentista de que una gorda se tapa con otra más gorda todavía. Ahí el maestro es Artur Mas, «el astuto» que para tapar corrupción y recortes se inventó el soberanismo. Sus discípulos y herederos han perdido astucia para ganar en desvergüenza. Torra llegó al del debate de política general, debate donde siguen sin afrontarse los problemas de los ciudadanos, y en lugar de explicar su condición de animador de los violentos que obligaron a los Mossos a esconderse en el Parlament, soltó su amenaza: o autodeterminación en un mes o dejamos de apoyar a Pedro Sánchez.
La capacidad política de Torra está mermada por sus propias habilidades y por su dependencia de Puigdemont, un «no mártir» del «cuanto peor mejor». Saltaron las alarmas de unas generales. Pedro Sánchez «surfea» sobre 84 diputados con unos socios que lo único que les unía era el desalojo de Rajoy del poder. Pero todos tienen su lista de la compra y para el «qué hay de lo mío» siempre será mejor un gobierno con necesidad que uno sobrado de apoyos. Así que la amenaza de Torra lo único que ha conseguido es que se hagan visibles las grietas en el seno del independentismo, donde ERC está a la espera de una señal de su líder, el encarcelado Junqueras, para decidir qué hacen con el President y con el Presidente. El PDeCAT no se sabe muy bien en lo que ha quedado y menos en lo que va a quedar cuando los «puigdemones» funden su Crida , a la CUP le basta con la leña. Por eso la única salida es electoral, con elecciones en Cataluña. Torra a lo máximo que puede aspirar es a dejarlo. Un nuevo reparto puede favorecer alianza nuevas y sobre todo nuevos plazos y nuevos objetivos. Ahora mismo la política catalana ha colapsado y está en manos de un tipo que transita por la irresponsabilidad con absoluta normalidad. Lo último es que ayer hizo llegar una carta a Pedro Sánchez para que se reúnan, un «pelillos a la mar». Un texto adobado con eso del diálogo que es la mejor receta para dejar pasar el tiempo... y, por cierto, Sánchez que se lo piensa.
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