
Opinión
La Crónica Mayor de Indias
Felipe II creó en 1569 la Crónica Mayor de Indias y encomendó al Licenciado Juan de Ovando la realización de una detenida visita al Consejo Real y Supremo de las Indias. En cumplimiento de la legislación preveía dos formas de examen y revisión de las gestiones cumplidas por organismos y funcionarios que hubiesen ejercido en América española cargos de responsabilidad de Estado o de gobierno, dos formas de manifestar el cumplimiento y dar cuenta oficial de ello, de su función pública: estas dos ineludibles cuentas eran la Visita y la Residencia. El jurista Juan de Solórzano Pereyra, en su «Política Indiana» (libro V, cap. X, n. 12), y el historiador del Derecho Indiano José María Ots y Capdequí, en su «Manual de Historia del Derecho Indiano» (Buenos Aires, 1945, págs. 400-402), tratan el tema en sus obras.
Juan de Ovando cumplió la orden de visita que le encomendó el Rey y quedó fuertemente impresionado del desorden que reinaba en el Consejo Real y Supremo de las Indias de todos los elementos de juicio que allí se guardaban. El Rey, sin perder tiempo, el 24 de septiembre de 1571, en el palacio de El Pardo, dio las «Nuevas Ordenanzas» para ordenar la estructura y funciones del Consejo Real y Supremo de las Indias, nombrando a Juan López de Velasco presidente del Consejo con el título de Cosmógrafo-Cronista. El interés por las noticias que llegaban del Nuevo Mundo se puso de manifiesto en los primeros historiadores españoles: Pedro Mártir de Anglería, Gonzalo Fernández de Oviedo y Juan Ginés de Sepúlveda. El cosmógrafo-cronista López de Velasco publicó la «Geografía general de las Indias»; Antonio de Herrera, las «Décadas del Nuevo Mundo» (1601). Y el rey dio un señal de modernidad al recomendar un toque de prioridad a la Historiografía, dando oportunidad para la publicación de la «Crónica de la Nueva España» de don Francisco Cervantes de Salazar, nombrado Cronista de la Imperial Ciudad de México, designado con quien habría de sucederle con el cargo de Cronista Mayor, don Antonio de Solís y Rivadeneyra, del cual se dispone un estudio excelente de Luis A. Arocena, «Antonio de Solís, Cronista Indiano. Estudio sobre las formas historiográficas del Barroco» (Buenos Aires, Editorial Universitaria de Buenos Aires, 1963). Solís tuvo en sus manos, durante más de veinte años, la crónica de la entrada de México de Hernán Cortés y su victoria sobre el ejército del imperio azteca en los años finales del siglo XVII. El entusiasmo de los críticos la consagró como una obra maestra de historiografía y prosa castellana.
Los Cronistas Mayores designados por Felipe II fueron López de Velasco, Gil González Dávila y Solís y Rivadeneyra. Solís es el primer y más importante historiador de Cortes y su obra publicada a finales del siglo XVII tuvo la fortuna de ser considerada, desde el momento mismo de su publicación, una obra maestra de la historiografía castellana que, por añadidura, ha tenido la ventura de haber tenido un gran historiador, Luis A. Arocena. Su obra puede considerarse excelente y definitiva, tanto por la composición relativa a la personalidad intelectual y maestro de historiadores que fue Solís como por su personalidad literaria, de la más profunda y brillante tradición española historiográfica.
En el capítulo I, la Crónica Oficial de las Indias estudia desde Fernández de Oviedo y Valdés hasta don Antonio de Solís y Rivadeneyra. Marca el interés por las noticias de América con la increíble realidad del hombre de frontera y el intelectual y universitario, llevando a cabo las funciones de la obra de España que radica, sobre todo, en la organización del Estado como propio del siglo XVI ya pleno en el XVII. El análisis humanístico de Antonio de Solís realizado por el eminente historiador y maestro Luis A. Arocena aprovecha en su Crónica para establecer un registro total de problemas políticos y sociales del encuentro de dos mundos culturales, fundidos en la unidad de las formas occidentales ibéricas.
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