Opinión
Mística y acción
Como advierte Jaime Vicens Vives la religiosidad se mueve entre el polo de la acción y el de la mística y a España «le cupo el honor y la gloria de reunir ambos: Santa Teresa, máximo del misticismo, la Compañía de Jesús de San Ignacio de Loyola, el ápice del activismo católico». La fuerza de su personalidad, más el añadido de los tres votos tradicionales, dos más, de obediencia al servicio de Jesucristo y del Papa, cumplir la misión de servicio planteada, junto con la santificación y la difusión de la fe entre heréticos, incrédulos y creyentes, con una escrupulosa selección de sus miembros.
Uno de ellos, del momento actual quiero dar a conocer el mantenimiento del dinamismo a través de su trabajo en la América española, con entrega total de todas sus energías a la propagación de la Fe y la formación cultural de los hombres de la Razón: Javier Colino Paulis, S.I., navarro de profunda raíz jesuita y de su inmensa labor pastoral en América. Natural del valle de Araiz en la Navarra profunda. Formado en Teología y Filosofía por las universidades de Comillas y Salamanca. Rector del Colegio Jesuita de San Salvador, en cuya cátedra de Antropología fue compañero de Ellacuría; de allí pasó como profesor de la Universidad de Texas, en Brownsville.
Desde hace veintidós años trabaja en República Dominicana en el Seminario Mayor Pontificio de la provincia jesuítica de las Antiguas –«Ser útil es ser feliz»–, en una destacada educación formativa, que lleva acabo en tres frentes: capellán del «Centro-Hogar Rosa Diarte»; el Seminario Mayor Pontificio donde enseña Filosofía y Teología pastoral; Capellán en la Benéfica española de Santo Domingo, donde atiende a la emigración española en la hermosa ciudad fundada y organizada de modo definitivo por el primer gobernador fray Nicolás de Ovando.
Sus vacaciones las pasa con su hermana en Grijota, que se traduce como «Iglesia Alta», o en Roma con su hermano Pablo, canónigo de la Basílica de San Pedro, donde durante cincuenta años has sido y continua siendo Maestro de Capilla del Vaticano. El alto puesto de Monseñor Colino añade a la fe de la cristiandad occidental la apertura a la espiritualidad músicológica, que en el orden del valor estético constituye una importancia entre culto y arte; aunque una idea artística no del arte musical para un fin, sino que en sí mismo debe ser considerado con fin y objetivo.
Javier y Pablo Colino, S.I., son conscientes que sin la escolástica hubiese sido imposible la intelectualidad cristiana a partir del Renacimiento, por la mesura y el orden, por la gracia y la elegancia: en la espiritualidad cristiana junto con la Teología y la Filosofía de Pablo y Javier Colino, la finura y el esplendor de la música; en definitiva, los esplendores estéticos como función altamente valorable de lo permanente, que es aquello que hace mantener lo trascendente como factor esencial para la Salvación de los hombres.
San Ignacio de Loyola, el fundador de la sociedad religiosa, cuando todavía la Compañía no había sido aprobada por el Papa, dijo a sus hermanos se diese el nombre de Compañía de Jesús, porque se había unido para combatir las herejías y los vicios bajo la bandera de Jesucristo. El Pontífice Paulo III al confirmar el Instituto daba una Bula (27 de noviembre de 1540), convocados en París en la iglesia de la Abadía de Montmartre, donde formularon votos San Ignacio con los primeros siete jesuitas. El primer voto de obediencia al Papa y peregrinar a Jerusalén. Posteriormente, en Roma convinieron en que su sociedad debía convertirse en religiosa, añadiendo a los votos de pobreza y castidad, ya hechos, el de obediencia perpetua a los superiores. A estos votos se unió otro expreso de trabajar en la salvación de las almas, pidiendo limosna si fuese necesario y procurar crear rentas para las universidades y los estudiantes que estudiasen en ellas. Todos formularon sus votos solemnes en la Basílica de San Pedro, el 27 de abril de 1541.
Javier Colino, S.I., prócer jesuita de la razón y de la fe, trabajador infatigable, ha querido operarse de la grasa acumulada en sus piernas para reincorporarse al trabajo en la primera fundación de España en América, La Española, hoy Santo Domingo de Guzmán. Quiero trasmitirle a él y a su hermano Pablo el dolor por el fallecimiento de su hermana que era el lazo familiar que le reunía en España todos los veranos.
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