Opinión

Jornada Mundial de la Juventud

Su Santidad el Papa ha convocado en Panamá una reunión tradicional de los jóvenes cristianos, donde se espera reunir un número elevadísimo de jóvenes en torno a este pequeño país de algo más de un millón de habitantes, centro geográfico de las Américas, la de origen occidental española y la de origen occidental anglosajona.

Panamá es un faro de unidad representado por el Canal, sobre el que gira la atención mundial con preferencia sobre todos los otros aspectos de especial interés. Dice Lewis Hanke que Panamá cuenta financieramente con las rentas que recibe de este único tema, en torno al cual, por añadidura, los problemas políticos, concretamente el comunismo, no han encontrado suelo fértil en Panamá pese al extendido sentimiento antiyanqui y del extendido resentimiento contra las actitudes racistas y de dominio exhibidas por los funcionarios norteamericanos y los ciudadanos de la Zona; tanto los panameños como los ciudadanos estadounidenses tienden, por igual, a tomar el Canal como el hecho fundamental de sus relaciones, aunque entre antropólogos y sociólogos existe un conflicto más profundo que se aprecia en la cultura en el «gringo», el «spig», la moral y los principios raciales, características en el modo de relaciones entre las personas que constituyen dos naciones con acusadas diferencias: los panameños nativos y los norteamericanos comportándose como si la Zona fuese su reserva privada, mientras los panameños, a juicio de Hanke, «dolidos de las heridas infligidas a su soberanía».

Existe un modelo diferente español en las primeras empresas, de las tempranas que ya ofrecen soluciones de continuidad a partir de 1493. Tempranas experiencias fundacionales en que los españoles, en el reinado de los Reyes Católicos, llevaron a efecto su aclimatación biológica al trópico, familiarizándose con los caracteres del continente, estableciendo las bases de partida hacia el mismo. Se desenvuelven en una profunda ignorancia acerca de cuáles debían ser los procedimientos mejores para conseguirlo, sin homogeneidad de intereses ni aspiraciones, y haciendo frente a inesperados choques de ideales. De manera que, para dar una imagen de aquella exaltada sociedad, el catedrático americanista Guillermo Céspedes del Castillo ofrece tres facetas distintas y contradictorias que surgieron en cortas etapas cronológicas: la factoría comercial y su fracaso; los primeros ensayos de población con las fundaciones de villas y ciudades, gobernaciones con funcionarios administradores y judiciales; y el interés que surgió por la colonización agraria cuyos productos se revalorizaron como consecuencia del aumento de la prosperidad. Tierras de labor agraria aumentaron la prosperidad; se inician los «repartimientos». La encomienda, las minas y los campos de labor comenzaron a valorarse en función de los nativos disponibles para su explotación; la encomienda como posesión valiosa y posibilidad de encontrar justicia y sistema de control y todo ello bajo forma de ciudad indiana con sistema urbano, solares para construcción de casas y casas levantadas para familias y sistemas administrativos.

La más características de estas ciudades en la zona es la Antigua Guatemala. Una primera planta fue «Ciudad Vieja», en el valle de Guacalate, en altiplanicie central, fundada en 1527 y destruida en 1541 por una erupción volcánica; la perseverancia de lucha contra la naturaleza volvió a crearse y vuelta a destruir en 1773 por un violento terremoto. Es la expresión del empeño urbano, que es la característica fundacional. Importantes arquitectos han hecho perenne la huella española mantenida por el cuerpo diplomático español, resistiendo a los seísmos de la zona. El arquitecto más notable de la primera mitad del siglo XVIII fue Diego de Torres y es preciso hacer una mención especial al cuerpo diplomático allí destinado como Embajadores y Ministros Plenipotenciarios que intervinieron eficazmente ante las autoridades del Estado para conseguir además una sólida aproximación científica, cultural y universitaria. De modo especial destaca la alta labor llevada a cabo en este terreno, de enorme amplitud, por los embajadores de España Ernesto Laorden Miracle y Juan Pablo de La Iglesia.

En Panamá, punto central estratégico y de comunicación con el resto del continente, quedó una inmensa ayuda en el mantenimiento del espíritu de humanismo de la civilización hispánica y la fe religiosa.