Opinión

Hispanismo y anglosajonismo oceánicos

Lo que hicieron los españoles en América bajo la orientación e impulso de los Reyes Católicos es un ejemplo de lo que puede llegar a conseguir una comunidad cuando se siente trascendida por ideales políticos, a su vez generadores de lazos religiosos, hasta crear una realidad de éxito en los propósitos. Concluida la Reconquista con la integración del reino nazarí de Granada y la firma con el reino de Portugal, de idéntica filiación religiosa, del tratado de Alcaçovas-Toledo (1479), donde, por añadidura, se acuerda la «marcación» de líneas demarcadoras para la expansión y las áreas respectivas de navegación en el Atlántico: los navegantes portugueses «contra Guinea», mientras que las Islas Canarias «fincan para Castilla», en el camino oceánico hacia Occidente. Cuando va apareciendo la verdadera importancia del descubrimiento que pronto cambiará el nombre por el de «Conquista», encuadrado por don Ramón Menéndez Pidal en un conocido artículo: «¿Codicia insaciable? ¿Ilustres hazañas?» que, respecto a la América española, fue estudiada por el académico argentino Enrique de Gandía. De obligada lectura el libro de Juan Bautista Avalle-Arce, «Dintorno de una época dorada» (Madrid, Ediciones Porrúa-Turanzas), en especial el capítulo tres, «Las hipérboles del P. Las Casas», y el esclarecedor libro del gran historiador americanista Pedro Borges Morán, «El Padre Las Casas» ( Madrid, Alhambra, 1983).

España fue la única actora de la «empresa» americana y fue también fundadora del Estado consagrado a procurar a su sociedad el usufructo de un bien común; diseñadora de una sociedad de asimilación antropológica, creadora y fundadora de ciudades donde aparecen todas las formas de vida occidental; creadora de universidades y de una red educativa a todos los niveles, responsable de la mayor empresa evangelizadora de la Cristiandad; asentó, además, las bases para la puesta en marcha de la creación de la primera economía-mundo que dio origen al intercambio económico, validando una cultura humanística y científica original entre las culturas aborígenes y la ibérica, propia de una granada identidad y cumplió la misión: la transmisión a las futuras generaciones de un sistema de valores en donde se encontraron finalidad y sentido a las cosas, descubriendo respuestas importantes en la búsqueda de significados a la cultura nueva como consecuencias de ello.

El mensaje intelectual, humanístico de «las Indias» en la Monarquía católica. Cuando se lee en la «Geografía y descripción universal de las Indias» de Juan López de Velasco (1576) cómo en fecha tan temprana ya se habían fundado más de doscientas ciudades, resulta asombroso el dato, así como la religión constituyó «la base y el fundamento del alto edificio de la monarquía española». Y, añadimos, es una idea que proviene desde el siglo XV a través del salmantino Fernando de Roa, para afirmarse en el XVI en el magisterio el maestro Francisco de Vitoria, esencialmente motivado para ofrecer una respuesta católica a Martín Lutero. El iusnaturalismo cristiano reconocía la función creada por las entidades políticas con sus conciudadanos, siendo conscientes de que por encima de ellas existía una entidad superior que integraba todo el orbe y todos los ciudadanos, de modo que el derecho natural ahormaba una comunidad universal coparticipada por todos. Esta «republica totius orbis» de Vitoria era el «Regnum Christi»; distinto y de otra especie de los reinos temporales, pues un fin esencial era «la salvación de las almas».

En 1573, año en que muere el humanista Juan Ginés de Sepúlveda, se publicó en Lérida su libro «Del Reino y de los deberes del Rey», donde aparece el monarca como el primer ciudadano, cuya actividad no podía encaminarse a otro fin que no fuese «proporcionar felicidad a todos los ciudadanos». Quedan claras, pues, dos cuestiones. En primer lugar, los dos planos, el natural, que corresponde a la acción política -entendida como organización de la convivencia- y el sobrenatural, que iguala y unifica a toda la humanidad sobre el fundamento de la Philosophia Christi. Este fue el cimiento firme de la obra de España. Con ello nació también el afán de comunicación: aportar datos y ofrecer respuestas elaboradas por la religión católica para el entendimiento de la Naturaleza y el Hombre. Pura espiritualidad que advertimos en una frase de San Ignacio de Loyola que ha estudiado don Pedro Sáinz Rodríguez: «Hagamos primero de nuestra parte cuanto podemos como si Dios nada hubiese de hacer; después pongamos en Dios toda nuestra confianza, como si nosotros no hubiésemos hecho nada».