Opinión
Medias verdades, dobles mentiras
No son nuevas estas figuras que vienen acompañando al ser humano desde tiempos remotos. Y si son moralmente repudiables en nuestra vida privada, son desgraciadamente letales en nuestra vida política. Y entre ellas nos movemos y así nos va. Huérfana nuestra sociedad de resortes de conciencia y moralidad, se han extendido montadas en el desbocado caballo de las redes.
Se atribuye a un profundo y reactualizado Antonio Machado la sentencia: «Dijiste media verdad; dirán que mentiste dos veces si dices la otra mitad». Hoy la verdad entera no se da en nuestra vida. Siempre llega subjetivada. Y nos defendemos, poniendo en tela de juicio el grueso de las informaciones que recibimos. Pero la mentira socava, deja un poso, el espacio para el «cuando el río suena» o el «murmura que algo queda». Y nos va costando creer –la Fe– porque hemos perdido la confianza en el ser humano –Esperanza– y nos cuesta corresponder con amor –Caridad– las tres virtudes teologales que hoy deben sonar a chino a las nuevas generaciones.
Toca el tema en asuntos más terrenales Juan Ruiz de Alarcón (Taxco 1580-Madrid 1639) atacado en nuestro Siglo de Oro por Quevedo, Góngora, Tirso o el propio Lope de Vega pero que nos dejó una sabia reflexión sobre la mentira en «La verdad sospechosa» cuando aconseja «ser discreto con la verdad dicha por alguien que suele mentir y prudentes con la mentira de quienes suelen decir la verdad», cuando pone en boca de uno de sus protagonistas «¿qué importa que verdad sea, si quien lo dice sois vos?»
José Antonio Marina tocaba el tema en una de sus breves «ideas» separando la mentira del error, el otro componente que se opone a la verdad, resaltando medias verdades que hoy forman parte de nuestro día a día político. «El pueblo nunca se equivoca», suele pregonarse especialmente por quienes esperan que el pueblo le vote; negarán esta máxima quienes pierdan las elecciones. ¿Se ha equivocado el pueblo inglés con el Brexit? Seguramente lo que pensaron hace unos años no coincide con lo que piensan hoy, cuando sus dirigentes no saben cómo salir del embrollo. «Esto solo se resuelve con el diálogo», insisten Iceta y un grupo de iluminados. El acuerdo no se consigue solo con el diálogo porque hace falta una previa disposición a respetar, a asumir las tesis del otro, a estar dispuesto a ceder posiciones. No obstante, ¿debe dialogar una violada con el violador? ¿Se dialogó con Tejero el 23-F?.
Y el peligro estriba que tras la mentira viene la tergiversación, la manipulación, el trampantojo. Vestimos la supuesta verdad solo de fachada, sin fondo. Y de todo ello deviene una traición a unos principios que son la base de nuestra convivencia y que con lagunas recoge la Constitución que nos dimos todos, en unos momentos difíciles y no por menos históricos. Y el Rey debe recordarnos lo que es meridianamente obvio: «Es inadmisible apelar a una supuesta democracia sin respetar la Ley»; «sin el respeto a las leyes no existe ni convivencia ni democracia, sino inseguridad y arbitrariedad». La selva. ¿Queremos los españoles –incluido cierto sector de la sociedad catalana– volver a la selva?
Necesitamos, como escribía con acierto Enrique López en estas páginas, recuperar la fe en nuestro régimen político, «así como las normas de convivencia para seguir avanzando», señalando que «a veces lo obvio se convierte en lo más efectivo frente al discurso de la negación plausible o el arte de ocultar la verdad».
Entramos en un largo período de incertidumbres en el que bajo la capa del electoralismo se atrincherarán descalificaciones, insultos, vidas privadas, manipulaciones demoscópicas, trampas en entrevistas, cartas marcadas, fotografías seleccionadas, pactos secretos. Ya vimos lo que representó lo pactado por Carod-Rovira respecto a ETA. No sabemos de lo que han tratado en Mas Perxés y en el Coll de la Manrella , Torra e Ibarreche, rememorando el encuentro de Lluís Companys y José Antonio Aguirre en febrero de 1939. Tienen claro que la pinza de sus partidos nacionalistas será seguramente clave para la formación de las nuevas mayorías de gobierno. Los cinco partidos que están en la línea de salida –PSOE, PP, Ciudadanos, Podemos y Vox– podrán concentrar encuestas, mítines y programas especiales. No les importa a los nacionalistas. Saben que su docena o docenas de votos serán vitales para unos y para otros. No hablemos de los cordones sanitarios reinventados en el Tinell, precisamente de la mano de nacionalistas catalanes y que parecen revolverse hoy contra alguno de sus firmantes.
Si no somos capaces de aproximarnos a la verdad de nuestras vidas, nos traicionaremos a nosotros mismos y volveremos a resucitar los demonios que hicieron difícil en el pasado nuestra convivencia.
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