Opinión
El tiempo de América española
Resulta impresionante reflexionar con el escaso tiempo en que una nación –la de los Cinco Reinos–, ahormada por la monarquía de la unidad de los Reyes Católicos, después del Descubrimiento del Nuevo Mundo, el gigantesco continente que se extiende de Polo Norte al Polo Sur, interrumpía la comunicación de la navegación oceánica entre Europa y Asia, que concluyó llamándose América y quedó integrado –y definiendo– el mundo occidental cristiano. El asombro consiste en el escaso tiempo que transcurrió desde 1492 hasta 1696, en que puede considerarse vigente en América la existencia de una sociedad nueva con aperturas a las nuevas tendencias políticas, religiosas, económicas, sociales y culturales del mundo moderno y contemporáneo, en el cruce de una nueva época en la que sobresale la «dureza» y al mismo tiempo la «ternura», el equilibrio de la razón y el sentimiento. La dureza expresada entre dos obras literarias tempranas en los vínculos de expresividad como son «La Celestina» de Rojas y la «Introducción a la Cosmografía» de Nebrija, por no citar la «Gramática» del insigne pensador.
En esa transitividad creadora, sin duda, interviene el modo institucional que es la Universidad, evolucionada institucionalmente desde los «Estudios Generales»; la Universidad que cumple la ley medieval –Salamanca– y la de Alcalá que ciñe la renacentista. Ambas manteniendo el vigoroso movimiento del humanismo cristiano, que se centra más agudamente en el hombre. La Universidad Complutense, nombre que hace mención a la antigua colonia romana de Compluto, definitivamente bautizada por los árabes con el definitivo de Alkala-en-el Uhar, pensada y proyectada por el arzobispo de Toledo Francisco Jiménez de Cisneros. Fue una decisión tomada por los Reyes Católicos, durante su estancia en Alcalá, donde se reponían de la muerte del príncipe don Juan, que hacía peligrar la unidad de España. Se trata de un ejemplo de eficacia histórica con claves personales de energía psíquica y praxis sobre la sociedad humana: «el servicio de Dios primeramente», «el servicio de Su Majestad», y «el bien y la paz de estos reinos». Es decir, una recuperación de la «humanitas» y la «paideia» grecolatinas, pero con un sentido sistemático moderno donde el vocablo designa cualquier tipo de pensamiento que contempla los problemas a la luz de la condición humana, que antropológicamente configura la imagen del hombre instalado en el mundo y destinado a dominarlo; y en el que el temor a lo desconocido deja paso a un deseo de saber, pero valorando los hechos reales y la «ratio», a costa de la «auctoritas» y la especulación. Porque se exalta la libertad y la dignidad de la persona y se desvía la vida contemplativa en pro de la acción. El Descubrimiento del Nuevo Mundo y el redescubrimiento del Clásico produce una creciente valoración de la mundanidad: es el modelo de Juan Luis Vives. Así las Universidades son instituciones dedicadas al avance del saber; para ello enseñan, forman y comunican, en una extensa variedad de especialidades porque, precisamente, las actividades intelectuales en el centro universitario define los niveles competenciales más elevados que existen.
En el espacio cultural americano, adquiere una importancia relevante hasta el punto de ser la esencia de la comunicación: para las creaciones y las realidades que se cruzan, los españoles crearon América, siempre en un dualismo cultural, la «América de la frontera» y la «América de la Ilustración». Aquí no hago referencia a la etapa histórica épocal, sino al ansia de saber y de enseñar: la mentalidad americanista consiste en modo peculiar de saber y comunicar que allí crea una realidad y se ciñe a la polémica; la «América de la frontera» se caracteriza por lo nuevo, la localización y las relaciones humanas y está supuesta por la ciudad, la villa, el pueblo habilitado e intercomunicado. Está llena de peligros y se caracteriza por el riesgo: «Con una mano la azada y con la otra la espada», dice el gran historiador de las mentalidades, el francés George Duby. Diríamos que la «América de la Ilustración» se expresaría «en una mano un libro, en la otra la misión». Es en esa América donde situamos la Universidad: creación de cauces de comunicación; quizá la explicación de la cultura barroca y, en fin, la mentalidad sensible del hombre hispanoamericano manifestado en el inconformismo de la expresión, es decir, la sensibilidad del hombre americano.
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