Opinión

Prevenir y curar

Recordando la conocida sentencia popular «mejor prevenir que curar», dando por hecho lo que no se supo prevenir, me pregunto repetidamente : ¿alguien será capaz de valorar lo que habrá costado el «procés» desencadenado por parte de la ciudadanía de Cataluña, cuando estén curadas todas las heridas abiertas? Quizás la vista oral del Supremo sirva para diagnosticar el estado de gravedad al que se llegó a finales de 2017. Pero seguramente no podrá determinar el tratamiento a seguir a fin de recuperar el pulso normal de toda –toda– la ciudadanía catalana, porque las causas vienen de años atrás.

¿Qué ha fallado hasta haber llegado a esta situación? La respuesta en mi opinión es clara. Tenemos una clase dirigente más preocupada por criticar y anular lo que hacen los demás que en evitar problemas. Añadiría incluso, experta también en crear nuevos problemas, convencidos de que en la confrontación encuentran eco en ciertos medios y en un tipo de votantes. «Aunque hablen mal, es bueno que hablen de nosotros», sería el lema. Esta política contagia al resto de nuestra sociedad. Hoy tenemos una buena Protección Civil que, bien apoyada por unos servicios médicos excelentes e incluso por una eficaz Unidad Militar de Emergencias, da respuesta a situaciones de crisis provocadas por inundaciones o incendios. ¿Evita-bles? ¿Predecibles? Fraga mantenía que los incendios forestales en Galicia se apagaban en invierno. Es decir, tomando medidas que evitasen los riesgos de la temporada seca. En mis ricas Baleares, concretamente en San Llorens, unas inundaciones se llevaron por delante trece vidas y millones de euros en daños materiales. ¿Quién falló en la previsión? ¿Los planificadores de urbanismo? ¿Los responsables de mantener limpias las torrenteras? ¿Es nuevo un drama como el de Mallorca?

Volviendo al «procés» sigo preguntándome quién le hizo decir en vísperas del 1 de octubre a nuestro presidente del Gobierno en la boda de un hijo de Margallo que no habría ni urnas ni papeletas, ni habría referéndum. Con estos apoyos caseros no es de extrañar que el día de la moción de censura Rajoy «se fumase un puro» tras comer en un restaurante inmediato al Congreso.

Que el Estado ha dejado de estar presente desde hace tiempo en Cataluña no es descubrir ningún dogma. Ha desaparecido en dos aspectos clave: en presencia y en inteligencia. En la primera, cediendo o malvendiendo instalaciones, muchas de ellas de Defensa, por políticos platos de lentejas. Ya cité recientemente las cesiones del Majestic a costa del Ejército. Hoy es de actualidad el de-sahucio al que somete el Ayuntamiento de Barcelona tratándoles como vulgares «okupas» a los valientes dirigentes de la Asociación de Amigos del Castillo de Montjuïc, una organización civil que ha luchado denodadamente por mantener la historia de aquella fortaleza –con sus luces y sus sombras como todas las fortalezas del mundo– dando valor a su impresionante obra de fortificación, a los ingenieros de la Escuela de Matemáticas de Barcelona, a los Aviadores de la República o al Regimiento Pirenaico y superando la desolación producida por la pérdida de fondos irrepetibles que albergaba su Museo Militar, entre ellos la mejor colección de armas blancas de Europa. Y si muy discutible jurídicamente fue la modificación de una Ley (52/1960) por una Orden Ministerial (27 Abril 2007), es grave que un Convenio firmado en 2008 por Hereu como Alcalde de Barcelona, Carmen Chacón como Ministra de Defensa y Montilla como Presidente de la Generalitat, no se haya cumplido. En Defensa, de perfil. ¿Presencia?

A pesar de sus coletazos mediáticos y políticos, ETA fue vencida aun a costa del sacrificio de cientos de españoles. Y es indiscutible el mérito de los operativos policiales, muchos de cuyos miembros lo pagaron con sus vidas algo que nunca podremos olvidar. Pero el trabajo de los servicios de información y de inteligencia tanto en España como en Francia fue vital. ETA murió el mismo día en que sus asesinos no se podían fiar ni de su propia madre, porque estaban totalmente infiltrados. ¡Allí se rompió su cohesión y su fuerza!

¿Se abandonó esta herramienta del Estado en Cataluña? ¿Se olvidó la máxima de que en la selva no vence el más fuerte sino el mejor informado? ¿Se confiaron todas las labores de inteligencia a los Mossos? ¡Enhorabuena! Es decir, que mientras la Vicepresidenta Soraya Sáenz de Santamaría reclamaba y obtenía el control del CNI que desligaba del Ministerio de Defensa de Dolores Cospedal, por conocido pulso partidista interno, nuestros servicios de inteligencia se perdían en Cataluña, faltos de implantación y de apoyos ante el tsunami que se les venía encima. Una sociedad bien asentada necesita políticos que además de solucionar problemas, sepan prevenir y evitar que estos problemas se produzcan. No tendremos fácil, el elegirlos.