Opinión

Juego de damas

Nadie podrá negar el papel que tuvieron en la vida de Hernán Cortés, sus esposas Catalina Suárez, cuñada de su enemigo político Diego Velázquez, Juana Ramírez de Arellano y especialmente Marina «la Malinche» su consejera, intérprete y madre de su hijo Martín Cortés.

Como tampoco se puede negar el de la mexicana Francisca Agüero Echevarría, esposa del general Prim con quien se casó en el París de Napoleón III y que le acompañó a Cuba y Veracruz en la expedición decidida por Francia, España y Gran Bretaña en virtud de acuerdo firmado en Londres el 31 de octubre de 1861, reclamando al gobierno de Benito Juárez el pago de deudas históricas. (1) España y el Reino Unido cumplieron lo acordado, pero Napoleón III aprovechó la ocasión para entronizar un efímero imperio en la persona de Maximiliano de Habsburgo que se dejó la vida en el intento. Pero el Prim liberal, cumplidor de letra y espíritu de un acuerdo internacional, respetuoso con la independencia de México, fue acusado de no seguir los pasos del Emperador francés por influencia de su esposa.

Ahora la del Presidente López Obrador, Beatriz Gutiérrez Müller, Presidenta del Consejo Asesor de la Institución para la Memoria Histórica, tras ahondar en una tesis la magnífica obra de Bernal Díaz del Castillo, «La verdadera historia de la Nueva España», lleva a su marido a exigir de España y el Vaticano pedir perdón por lo acaecido hace 500 años sobre suelo mexicano. La obra de Bernal (Medina del Campo,1492 - La Antigua,1584), procede de un manuscrito de 1568 impreso en 1632 (2). Escrita en un lenguaje sencillo, ágil y directo, lleva la impronta ruda del soldado que sufrió penurias y peligros como el de la «Noche triste» del 30 de junio de 1520. Es tal la riqueza de la crónica que algunos autores la asignan al propio Hernán Cortés que nos legó unas amplísimas y detalladas cartas que remitía a la Corte a modo de informes.

Por diversas circunstancias he vivido cerca de cuatro años en nuestra América hermana. He jalonado desde Manaos la variable frontera fluvial entre Brasil y Venezuela; formé parte de los equipos que desmovilizaban la «contra» nicaragüense en Honduras y Nicaragua; luego repetí en El Salvador con el FMLN y en parte en Guatemala con la URNG, para finalizar en diferentes etapas en Colombia y Cuba con las FARC y el ELN. Tengo el honor, sin la menor pasión, de haber sido condecorado en Brasil, Venezuela y Nicaragua. Es decir: creo conocerles; en consecuencia, quererles.

Vivía cada año las conmemoraciones de sus «gritos de independencia» sin sentirme herido. Muchos de sus próceres habían nacido en España o eran hijos de españoles. Y cuando denunciaban errores, yo les recordaba: «Serían vuestros antepasados; los míos se quedaron en España». Y sonreíamos todos. Teníamos claro, como ha recordado ahora nuestro Ministerio de Asuntos Exteriores, «que no se puede juzgar lo hecho hace 500 años a la luz de consideraciones contemporáneas». Y si había algo que podía emocionarles era traerles de España el escudo de armas de su familia. Es decir ayudarles a descubrir sus propias y entrañables raíces. No tan largo tienen que mirar apellidos tan nuestros como López u Obrador enraizados aún en Ampuero.

Es que si empezamos a mirar atrás –lo que encanta a ciertas generaciones arribistas en nuestra propia España– habrá que pedir a La Meca o Riad que entonen el mea culpa por habernos invadido por Gibraltar. Y ¿por qué no?, a Roma por construir vías y acueductos trabajados a latigazo limpio por nuestros antepasados. Y a Cartago....

Los populismos tienen sus objetivos, pero no deben superar ciertos límites. E interpretar con esta visión alguno de los 214 capítulos de la obra de Bernal, no deja de ser deshonesto. ¿Cuándo ya se inauguraban universidades en nuestra América?; ¿y catedrales?; ¿eran ciertas las crueles luchas entre sus pobladores?; ¿formaba parte de sus rituales el sacrificio humano?; ¿brotó algo de esta crueldad en 2014 con la desaparición de 43 estudiantes en Iguala? No dudamos que de las disensiones y odios internos –totonacas contra aztecas– se valieron los hombres de Hernán Cortés, como no se puede negar que con las riquezas obtenidas en su suelo, se montaron nuevas expediciones y conquistas y se benefició la expansión de la Corona. ¿Qué hicieron Francia, Inglaterra, Holanda o Portugal? ¿Cómo se emprendió la vuelta al mundo de Magallanes-Elcano? ¿Cómo la ruta a las Islas del Poniente (Filipinas) atravesando el Mar del Sur ( Pacífico) desde las costas de la Nueva España (Acapulco)?.

No hay duda de que en España la carta de López Obrador encontrará eco. Podemos y los independentistas ya se han pronunciado. Somos especialistas en destruirnos.

¡Cuidado, queridos mexicanos, que lleváis nuestra sangre!

(1). “La aventura mexicana del General Prim” EDHASA.2009

(2). Madrid. Imprenta del Reino.