Opinión

Pedro Bosch Gimpera

Natural de Barcelona, nació en 1891. Estudió Lenguas Clásicas en la universidad mediterránea, e inmediata y simultáneamente, la carrera de Derecho. Doctorado en la Universidad Central de Madrid y confirmado en la de Berlín. Fue director del Servicio de Investigaciones Arqueológicas del Instituto de Estudios Catalanes y en 1916 ganó, por oposición libre, la cátedra de Historia Universal Antigua. En 1933 fue nombrado rector de la Universidad de Barcelona; hubo de exiliarse a México, donde llevó a cabo una gigantesca labor científica y fue uno de los más destacados profesores de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), donde fue director de la División de Filosofía y Humanidades de la UNESCO en París. Murió en 1974, dejando una importante investigación en un centenar de obras públicas. Es un breve curriculum de uno de los más prestigiosos catedráticos de la Universidad española.

Quiero hacer un comentario de admiración a su obra y su pensamiento histórico que es, en todo caso, lo que me parece más urgente replantear en estos momentos. Publicó con el título de «El problema de las Españas», donde se recogen dos ensayos: «España», con prólogo de Miguel Tarradell, y «La España de todos», con prólogo de Anselmo Carretero. Finalmente, una serie de nominativos diseñados como opiniones que no me interesa discutir. Quien era en el momento de la publicación presidente de la Generalidad de Cataluña, Pujol, sí insiste acerca del problema de España y cuando fue creado, pero no consiste la cuestión de lo que es indiscutible, pues nadie quiere comprender los argumentos que se usan: los historiadores del mundo antiguo plantean discusiones sobre temas que quedan fuera del alcance intelectual de las etapas del mundo contemporáneo. Con toda evidencia, Bosch Gimpera, «transterrado», estaba en México tratando desesperadamente de encontrar otra vocación que le aproximase desde otra dimensión a lo suyo: era inevitable reflexionar sobre el tema del «tiempo largo» buscando el futuro de España. Era, por otra parte, un tema muy querido para el profesor Bosch Gimpera, que en México reprodujo algo que ya había planteado en un acto académico de la Universidad de Valencia en 1937, iniciando la revisión en cuanto entidad política, subrayando sobre todo, desde su especialidad, el valor sustantivo del estrato prehistórico como componente diferencial de los pueblos de la Península Ibérica, centrado en el análisis de la personalidad de cada uno de los pueblos conocidos científicamente; la discusión, centrada lógica y naturalmente, hubo de quedar centrada en la época formativa en que estos pueblos eran estudiados: mayor diversidad, imposible.

Me interesa más, pues, el prólogo que pone Miguel Tarradell al libro, pues sitúa a Bosch Gimpera generacionalmente con personajes que rompieron con el provincianismo y se caracterizan por «una sólida formación metodológica europea». Insiste que todos sus componentes tuvieron una gran capacidad de trabajo, una amplia formación técnica y un «deseo apasionado» de estructurar el país mediante nuevas formas cívicas. Pedro Bosch Gimpera hizo grandes progresos en el estudio de la lengua y cultura griegas, lo que permitió su colaboración con Juan Maragall. En 1910 viajó a Madrid, única universidad donde se podía hacer el doctorado por entonces. En esta ocasión tuvo oportunidad de ampliar los conocimientos; junto a Marcelino Menéndez y Pelayo y los más destacados miembros de la Institución Libre de la Enseñanza consiguió una beca de la Junta para la Ampliación de Estudios en Alemania. En 1911 viajó a Berlín donde tuvo una estancia decisiva en su formación. El profesor Wilamowitz-Möellendorff le convenció de la intrascendencia de agregar otro profesor de griego a la Universidad de Barcelona y que sería mucho más interesante un prehistoriador. En Alemania alcanzó la formación arqueológica que se precisaba como fundamento de la prehistoria. En 1914, el estallido de la guerra europea le obligó a regresar a Cataluña en un momento que destacaba Prat de la Riba de la constitución institucional de Cataluña, el cual apreció la formación de Bosch y lo nombró director del Servicio de Investigaciones Arqueológicas del Institut d’Estudis Catalans, creado en 1915, explicando el doctor Bosch prehistoria en Cataluña, lo que le permitió ganar por oposición la cátedra de Historia Universal Antigua y Media en la Universidad de Barcelona. Fueron años de gran trabajo que volcó en los primeras síntesis de la prehistoria catalana y peninsular, que culminaron en su famoso libro «Etnología de la Península Ibérica» (1932). De manera que su labor de catedrático de especialidad científica fue integrada en las directrices de la peculiaridad catalana.