Opinión

José de Acosta, S. I.

La «Historia Natural y Moral de las Indias» de José de Acosta, publicada en 1590, señaló una etapa en la Historiografía española de América. Apareció en varias ediciones, con una rapidez que denotaba la importancia del contenido del libro. Todavía en el siglo XVIII un historiador escocés, William Robertson, afirmaba que «era uno de los escritores más precisos y mejor informados respecto a las Indias Occidentales», pero todavía bautizaba al autor con el título de «filósofo». El lector encontraba una brillante descripción de la naturaleza del Nuevo Mundo, una síntesis acerca del origen de sus habitantes y una breve descripción de las dos altas culturas indígenas, los imperios «mexica» e «inca»; además, el autor se expresaba con gran talento literario, uniendo una experiencia personal que expresaba con agudeza crítica en sus observaciones y disquisiciones históricas.

José de Acosta (1540-1600) se educó en las dos universidades españolas de Alcalá y Salamanca, donde los jesuitas, por aquella época, desafiaban en todos los puntos el mito y la autoridad en favor de la observación racional y la memoria comprensiva de la realidad. Acosta era un corpulento varón, melancólico, que había solicitado ser enviado a Indias «entre gente bárbara», a trabajar sin opinión ni honra. Pasó de 1571 a 1586 en el Perú, donde adquirió fama por sus sermones elocuentes; enseñó en la Universidad de San Marcos de Lima y sirvió como Provincial de su Orden. El virrey Toledo lo incluyó en su círculo personal.

En 1587 retornó Acosta a España, pero se detuvo algún tiempo, muy provechoso e instructivo, en México, donde pasó unas instructivas vacaciones. Colaboró con la Casa Real de Felipe II e intervino en las labores doctrinales e informaciones al Rey de las disquisiciones en torno a las Órdenes Religiosas. De manera que cuando se publicó la «Historia Natural y Moral de las Indias» era inevitable la referencia a las Órdenes Religiosas. Lo más original de sus obras es el estudio de la naturaleza del Nuevo Mundo. Con gran empecinamiento quiso apoyar los empeños de Felipe II en someter a los jesuitas al Tribunal del Santo Oficio y esta negociación le valió imponer máxima autoridad real. En 1588 obtuvo autorización real para publicar sus escritos sobre la naturaleza el Nuevo Mundo y la teoría misionera, publicando por ejemplo «De procuranda salute Indorum»: dos años después conquistó verdadera fama con la publicación de la «Historia Natural y Moral de las Indias», una traducción de su primera obra escrita del Perú, junto con interesantes datos sobres naturales indígenas de Perú. En esta obra ya se puede apreciar cómo aumenta el contenido con los escritos de los Padres de la Iglesia, los clásicos y las obras de Tomás de Aquino y otros teólogos escolásticos. En las primeras páginas de la «Historia Natural» mostró los errores geográficos de Aristóteles y San Agustín.

En la muy discutida cuestión del origen de la humanidad en el Nuevo Mundo, Acosta mostró un muy agudo juicio, aplicando la cuestión de la entonces moderna novedad de la Lógica; también rechazó que los indios descendiesen de las Diez Tribus Perdidas. Continuó el análisis del desarrollo social de los indios, planteando su sólido estudio acerca de la división en tres categorías dispuestas por secuencia y evolución. La primera clase, a la que se añadían chinos, japoneses y algunos indios de Oriente, eran definidas por ciudades, leyes, gobierno estable y una escritura fonética que permitió tener leyes escritas, libros y conocimientos del pasado. La segunda clase comprendía a «aztecas» e «incas», con culto religioso, gobernantes poderosos y recuerdos del pasado, aunque carecían de libros y escrituras fonéticas. El tercer sector comprendía simples salvajes, como los aborígenes del Amazonas, sin ley ni rey, sin pactos, magistrados, ni república. Entre los incas y los salvajes –en Nueva Granada y Chile– poseían rudimentos de gobierno región.

Esta inclusión nueva, efectuada en otro escrito distinto del anteriormente indicado, hace referencia sobre todo a los isleños del Caribe o los nómadas de la Florida, donde, sin embargo, las importantes investigaciones antropológicas llevadas a cabo por el antropólogo dominicano Manuel Antonio García Arévalo sobre la etnia básica, así como el museo montado con toda la secuencia antropológica y cultural. La originalidad de la investigación de García Arévalo no permite caracterizar leyes peculiares, sino las más antiguas culturas humanas de las edades geológicas. En la segunda parte de “Historia Natural y Moral” Acosta, basándose en las investigaciones de Polo de Ondegardo en el Perú y de Juan de Tovar, S.I. en México, ofrece una descripción sumaria de los imperios azteca e inca y desdeñó las aportaciones de Bartolomé de Las Casas en la «Apolética Historia Sumaria», conservada en el convento dominico de México.