Opinión
Verónica
Y entonces, al fondo, apareció una mujer muerta. Se llamaba Verónica y tenía treinta y dos años. Trabajaba en la planta de Iveco, en Madrid. Hace cinco años era una chica muy joven, seguramente hacía con su vida lo que se le ponía en el mismo moño, seguramente escogió mal. Los trabajos dan para estas cosas, para tener líos con los compañeros, porque a veces pensamos que los cotidianos jamás serían capaces de hacernos algo malo porque el peligro está fuera, en los desconocidos. Era soltera y decidió tener un rollo con ese colega al que ves todos los días en la planta. Les gustaría jugar, excitarse mandándose mensajes, fotos y, por qué no, de vez en cuando un vídeo sexual. También seguramente aquel asunto acabara. Seguramente acabó.
Verónica comenzó una nueva relación y esta vez notó que todo iba en serio, que era distinto. Se casó y decidió apostar por ese vínculo eterno que son los hijos. Dos. El mayor tiene cuatro años y el pequeño nueve meses. Hace un tiempo, aquel tipo con el que tuvo aquel lío decidió que daba igual si Verónica quería volver a aquel rollito. Ese tipo, ese hijo de puta, no tuvo encuentra la opinión de esa mujer. Si no lo consigo –pensó– me las va a pagar. Así que difundió el vídeo entre sus compañeros, entre esos compañeros de mierda que asistieron a un linchamiento moral sin hacer nada, comportándose como becerros y haciéndole la vida imposible a Verónica.
Seguramente fue una broma, pensaron, se lo tiene merecido por golfa. Pero como aquello no bastaba, se lo hicieron llegar a su marido. Así que después de sufrir un ataque de ansiedad, Verónica se ahorcó al día siguiente. Se ahorcó. Una mujer feliz con dos niños pequeños se ahorcó, porque no pudo más, porque seguramente, se sintió tan sola, tan humillada y tan repudiada que no pudo más. Maldigo a todos los que contribuyeron a su angustia y les deseo tantas horas sin descanso como las que tuvo Verónica.
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