Opinión
No soy yo, es tu sombra
El psicoanalista Carl G. Jung creó el concepto «sombra» para referirse a todo lo psicológicamente negado en nosotros. Una suerte de trastienda, rebotica o mazmorras adonde son enviados aquellos aspectos de nosotros, que, por una u otra razón, no nos dejan vivir en paz. No obstante, el destierro, no les impide dar la tabarra –yo lo llamo aporrear la puerta– a esas partes negadas, que suelen aprovechar a los demás para mostrar su rostro: el «efecto espejo». Todo aquello que, al verlo en otros, nos molesta, es motivo de crítica, burla, chanza, humillación o similar, es, en verdad, algo que está en nosotros. Esto explicaría, por ejemplo, el porqué se comportaron así todos aquellos que recibieron el vídeo casero con contenido sexual de Vero, la mujer que se quitó la vida al ver humillada su intimidad y su persona. Se cebaron en ella, y todo porque aprovecharon el vídeo para ventilar sus mazmorras psicológicas, sin ser conscientes de lo que hacían ni de las consecuencias. Cuanto más fanático es uno, más combate en otro la conducta que niega en sí mismo. Se dio el caso de un famoso político americano que luchó con ahínco contra la prostitución en Nueva York. Luego se supo que él era dueño de prostíbulos. ¿Hipocresía en estado puro? No. Solo es el peso de la sombra, la voz de los aspectos negados de nosotros que se abren paso combatiendo, criticando, mofándose en y de otros, en lugar de hacer terapia y asumir esos aspectos. De haberse parado a reflexionar unos minutos, los compañeros de trabajo de Vero habrían empatizado con ella y no hubieran compartido el vídeo. Tenemos con los demás la relación que tenemos con nosotros mismos.
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