Opinión
Love
María Lucía y Alberto Carlos, por fin, han aparecido juntos y el mundo puede ya respirar tranquilo. Después de meses mareando la perdiz, dando esquinazo a la prensa, dejando que se especulara sobre su relación, ya hay confirmación oficial y todo gracias a una gastroenteritis. Esos silencios absurdos han provocado que se hablase de ruptura; que se argumentara que la culpa era de ella que es muy rara; que era de él por anteponer sus ambiciones políticas a su pareja. Pero ha tenido que venir el género bacteriano a poner las cosas en su sitio. María Lucía acompañó a Alberto Carlos en el lecho del dolor del hospital y a la salida hubo imagen de buen rollismo y complicidad, luciendo María Lucía una camiseta con un Love de grande como el pomo de una puerta de los Alcántara y todos tan contentos. Esas posturas tan dignas sobre la privacidad y demás suelen acabar de la manera más tonta, es decir, por culpa, por ejemplo, de una ensaladilla rusa. Habría que decirle a Alberto Carlos que tampoco le preocupe que sus relaciones íntimas vayan a obstaculizar su prometedor futuro. Ya se encarga su partido (y él mismo) de embarrar lo suficiente como para echarle la culpa a María Lucía, que es que abres un cajón de la cocina y hay alguien de Ciudadanos dentro. Qué don de la ubicuidad esa gente, que aparecen hasta en la sopa. En cualquier caso, Alberto Carlos debería relajarse. Sarkozy se casó con Carla Bruni y siguió siendo bajito. Macron con su profesora de literatura que es una señora mucho mayor que él y no hay morbo que cien años dure. Dele, Don Rivera, normalidad al menos a algo de su vida: tiene Vd una novia que ha hecho lo que todas las novias, acompañar a su churri incluso en algo tan prosaico como es una gastroenteritis. Si es que, cuando tiene uno que tragarse tantos sapos, pasa lo que pasa.
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