Opinión

Mentiras y ruido

En las hemerotecas y los recuerdos convulsos resuena aquel dardo de Rubalcaba: «Merecemos un Gobierno que no nos mienta». Lo merecíamos entonces y lo merecemos siempre. No negociaré en los reservados decía Iglesias, cuando era un político desencadenado. Seremos un Gobierno transparente, proclamaba Pedro Sánchez antes de tener que convertir en secreto de Estado un viaje a Benicasim. La verdad y la transparencia mueren en estos días en los que España funciona en funciones bajo el sol y a la espera de que la investidura queme sus etapas. No hay negociaciones, lo que llamamos noticias es un trampantojo diario sin fondo. Sánchez solo hizo un oferta después de las generales, aquello de los ministerios de coros y danzas y lo demás ha sido marear la perdiz o generar espacios tan artificiales como falsos. Bien cantados por los juglares que adornan el monocultivo informativo. Pablo Iglesias nunca ha pedido ser vicepresidente. Sánchez gana tiempo. La semana que viene en la investidura muchos esperan sorpresas en forma de apoyos gratis total o abstenciones aparecidas de las bancadas de la derecha pero todo eso es fruto del delirio de opinadores dopados por el exceso de tertulia y los venenos del chat del chamán. Lo único cierto, o al menos, probable, es que nos encontremos el debate más bronco jamás vivido entre Sánchez e Iglesias. El líder morado aprovechará para poner en suerte en el hemiciclo esa propuesta con la que desmontar la tesis de que no suman suficiente. Iglesias quiere que se vote, o al menos que se vea, qué posibilidades de éxito tiene la coalición. Sabe que los socios de moción serían todos socios para esa coalición. Los de Pablo creen que los de Pedro están dispuestos a ser los últimos en frenar antes del precipicio. Consumir esta primera toma con sus dos votaciones, llegar a septiembre y en la segunda votación de ese mes tratar de ajustar en 48 horas lo que no han ajustado en meses. Si llega ese momento es cuando Podemos espera con el acuerdo de los Presupuestos y un trágala. Entonces, y solo entonces, habrá que plantear si hay convocatoria electoral, habrá que calcular si el relato de no han querido pactar conmigo tiene réditos electorales. Entonces, y solo entonces, habrá que ver si la derecha es capaz de trenzar una lista. Hasta entonces lo que aumentará es la intoxicación para cosificar a Iglesias como un tipo obsesionado con los sillones; algún ramalazo de presión para Ciudadanos como el partido que fue y nunca más será y la instrumentalización de los medios del Estado, valga el CIS por ejemplo, para construir y reforzar la imagen presidencial de Pedro Sánchez.