Opinión

La primera

La escena es de sobra conocida. Una mujer de espaldas, con un tocado que ríete tú de las ensaimadas de Mallorca, le hacía una entrevista a un señor de Almansa. El caballero, de modos y maneras un tanto labriegas, trataba de justificar a su equipo que acababa de perder cero uno. «El negro le ha pegado una patada a un jugador del Madrid», decía el señor de Almansa con un discurso al que le faltaba un pulido y varios barnices. Hasta que llegó el momento en el que el señor de Almansa, cabreado como una mona, preguntó a la reportera de perfecta dicción y paciencia infinita «Pero, ¿Vd sabe de fútbol?».

Hubo muchos Bernabéu en la vida profesional de Mari Carmen Izquierdo, aunque ella prefería decir que todo lo que había logrado se lo debía precisamente al hecho de haber sido mujer. Nunca hizo causa feminista y a mí me parece estupendo a pesar de que yo lo soy. Su trabajo diario era un mensaje tan rotundo por reivindicarnos aunque fuera calladamente y de puertas para dentro que no se necesitó nada más para abrir un camino que, hasta que ella apareció, era inimaginable. Yo coincidí con ella en una tertulia en la 2 de TVE para hablar de la Selección Española de Fútbol y me pareció muy de Lerma, muy rotunda y muy poco condescendiente con la otra mujer que había en la tertulia que era yo. Y por eso me encantó.

Ni medio miramiento. No estábamos de acuerdo sobre Torres (yo siempre a favor de Fernando, ya saben) pero ella no soltó el pie del acelerador. Era mejor infinitamente, más experimentada, me daba cien vueltas pero no pisó el freno. Me trató como a una igual y seguramente aquella noche me fui a casa con varios revolcones, pero me encantó. No fui una mujer para ella, nunca una pobre chica. Yo era en ese instante para Mari Carmen, simplemente, un periodista. Gracias. Pide palco allá arriba.