Opinión

Jubilados

En uno de esos pregones, que estos días se amontonan por España, la «prima Mari» dijo eso de «hace cincuenta años este era el pueblo del que todos queríamos huir, ahora es al que todos queremos volver». Hace unos días la flamante alcaldesa de ese mismo pueblo, Idoia, ante las obras para techar una pista deportiva apuntaba «las prioridades son otras, aquí solo juegan niños en verano y pueden hacerlo al aire libre, pero hay una ayuda de muchos miles de euros y hay que gastarla en esto». Javi, ex carnicero reconvertido en profesor de yoga por la comarca, pone contenido a esas necesidades: «Alguien que se ocupe de cuestiones básicas para la gente que se queda por aquí, como el control de la medicación, la higiene, la limpieza, que salude cada mañana, que esté pendiente, que si pasa algo se lo pueda comunicar a sus familiares». El único que visita es Antonio o Don Antonio, el cura, que entre misas y almas no le da el sueldo para gasolina. La realidad es que en esa España vacía, vaciada o «mal llamada vacía», que aquí nos gusta más un debate nominal que la búsqueda de una solución con algo de esfuerzo, sufre una discriminación que se acentúa con el tiempo. La asistencia que en cualquier capital de provincia es normal, en esa España es impensable. Un servicio semanal de limpieza es imposible cuando a duras penas llega el médico o la enfermera. Entonces ¿cómo se pueden articular mecanismos para que los que quieran volver lo puedan hacer y quedarse? Con servicios. Ya que no se puede fijar población en edad de trabajar porque se han ido liquidando entre burocracia y abandono muchos sectores productivos, fijemos población pensionista con la correcta cobertura. Simplemente tener cubiertas las necesidades como en las ciudades a las que emigraron para trabajar. En la cercanía cronológica de la muerte el regreso al lugar del que se huyó en busca de un futuro mejor es un alivio moral para completar el ciclo vital y de paso se genera algún puesto de trabajo en esa España se apellide como se apellide... Continuará.