Opinión

Cerrado por vacaciones

Estamos en pleno agosto, mes sinónimo de vacaciones. Ahora bien, ¿podemos tomarnos vacaciones de la vida? Dejar atrás los problemas, la realidad cotidiana y humana. Muchos esperan que este mes les haga olvidar su rutina, sus errores y sus sueños rotos. La realidad no siempre acata nuestros deseos. Cambiamos el entorno pero ello no significa que nos dejemos atrás al igual que hacemos con los enseres.

En la maleta, no sólo va la ropa, va nuestro yo con todo su equipaje psicológico. Los primeros días, tenemos una gran voluntad de disfrutar. Conforme pasan los días, y el nuevo escenario pasa a ser «cotidiano», todo aquello que estaba escondido en la «caja de los truenos», sale a pasear. Por ejemplo, muchas parejas vuelven separadas. Mientras, durante todo el año apenas tienen tiempo para verse, ahora están juntas todo el tiempo, conviviendo en un espacio, a veces, muy reducido. Afloran todas las «deudas pendientes». Nada concerniente a la Vida se toma un respiro en agosto.

Así que podríamos aprovechar la metáfora del «cerrado por vacaciones», para examinar el «armario ropero» de nuestra vida y desechar aquello que está obsoleto. Mejor aprender a vivir cada día como si fuese el último.

No habrá dos veranos iguales ni dos oportunidades para disfrutar del hecho de que estamos vivos. Para saborear la vida no hace falta irse al otro lado del mundo, aunque a nadie la amarga el dulce de viajar ni el de conocer gentes de remotos lugares pues ello deposita unos recuerdos en nuestro baúl vital que serán vitaminas vitales cuando arrecie el temporal invernal.