Opinión

Abierta en canal

Esa agradable convivencia con Alice, el espectro que acompaña mi soledad este verano en el castillo de Elmley. Ella respeta mis silencios y yo los suyos. A decir verdad, siempre espero que me dé pie para iniciar una conversación, cosa que a menudo ocurre, pero nunca me adelanto por una cuestión de respeto. Sin embargo, la charla empieza a fluir cuando, a la hora del desayuno nos dedicamos con entusiasmo a leer los periódicos. Hace días me comentaba que jamás vistió en traje de baño, porque nunca pisó una playa, desconoce lo que es meter un pie en el agua del mar, aunque no le era ajeno el paisaje de Dover y sus acantilados blancos: sus padres tenían una casa de verano cerca, dentro del propio condado de Kent, en el estuario del Támesis, al lado de Canterbury. Es zona de aguas termales, muy frecuentada por quienes quieren reposo y alivio para su artritis. Ella, amante de los castillos, solía visitar en solitario el de Dover que reunía una gran variedad de estilos de arquitectura militar. Me señalaba el importante papel que aquel puerto desempeñó en ambas guerras mundiales, al mismo tiempo que me hacía notar la vulgaridad de las noticias del siglo actual y, sobre todo, las que se producen en verano. Le hice ver que se comenta por todas partes la posible separación de los Obama, porque ella no tolera bien las soledades a que se ve sometida por la frenética actividad del ex presidente.

–Querida, no son más que un par de horteras, y esa premio Nobel que acaba de morir me interesa entre poco y nada. Solo me gusta la literatura en estado puro, no la que tiene afanes proselitistas.

Se refería a Toni Morrison, la primera afroamericana en recibir el mayor premio de las letras internacionales. Sin embargo, me hizo comentarios positivos acerca de la decisión de Italia al aprobar las multas a las ONG que participen en rescates en el mar de inmigrantes.

–Los italianos han sido siempre unos grandes cobardes menos ahora, que parece que se van sacudiendo viejos atisbos de sus actuaciones en las grandes guerras. ¡Nadie corría como ellos!

Le comento también que el furor por el toples ha pasado, y ya apenas se ven en la playa pechos desnudos, que, como todo, ha sido una moda pasajera que ya no cunde entre las bañistas. Ella me mira con indiferencia, clava la vista en el horizonte y finge no haberme oído. Yo me siento ridícula. Pero de repente me dice:

–Mi joven y atenta amiga, el descuido del mundo ha sido ocasionado casi siempre por la estética. Es más, en la mayoría de los casos la estética es el descuido del mundo. Mi estética es la superación del dolor y de la risa. Cómo deben ser las conversaciones de los muertos al contar historias de los vivos. Los muertos somos ya inmortales.

Y dicho esto, se levantó y se fue caminando lentamente por el corredor, dejándome con la sensación de no entender nada y de estar abierta en canal, como las reses. Resulta bastante perturbador que mi vieja interlocutora sea capaz de hacerme sentir que sus ojos tienen el poder de una resonancia magnética, de un escaner, pero me voy acostumbrando. Al fin y al cabo es la persona con quien estoy compartiendo mis días de estío y me da mucho juego para escribir estas crónicas desde mi «Cuartel de verano» donde he instalado mi imaginación para detenerme un ratito en lo puramente adjetivo, en lo anecdótico y en lo circunstancial.