Opinión
Uno más
Se han entristecido sobremanera las cifras que se barajan de inscritos para celebrar la Diada. El número de participantes activos, que en el año 2013 superaba los 300.000, ha disminuido hasta los 37.500 con vistas al próximo 11 de septiembre. Si me lo permiten los independentistas, me apresuro a inscribirme para que se alcance la suma de 37.501. Y lo hago con plena lógica. Soy monárquico, y lo que se conmemora el 11 de septiembre es la rendición de Barcelona de los partidarios del Archiduque Carlos ante las tropas borbónicas. Una guerra de sucesión, que no de secesión. La victoria de un Rey sobre un aspirante a serlo. Muy español. Blas de Lezo en un navío de la escuadra borbónica y otro gran español, Rafael de Casanova, alentando a las tropas del Archiduque, que no estaban formadas exclusivamente por catalanes. Con posterioridad a la derrota de las huestes del Archiduque Carlos, Rafael de Casanova fue respetado por los vencedores, abrió de nuevo su bufete de abogados y falleció sin padecer persecución o acoso por parte de los triunfadores. Fue un monárquico español partidario de un proyecto de Rey que no alcanzó el trono porque otro Rey, Felipe V, bloqueó sus sueños y esperanzas. Pero se trató de una guerra española y monárquica, hoy celebrada por los separatistas y republicanos, lo que me obliga a solicitar respetuosamente que me aten a esa mosca por el rabo.
Para colmo, creo que la Diada es más de celebraciones por parte de los partidarios de la dinastía hoy reinante en España. No se trata de recordar las derrotas del Fútbol Club Barcelona ante la Roma y el Liverpool, pero me costaría comprender que aquellos nefandos acontecimientos deportivos del Club del «Prusás» se recordaran con fiestas y alharacas. Y la Diada es el guateque de la derrota, lo cual no deja de tener grandeza. Unos españoles derrotados por otros españoles en busca de un Rey. Nada republicana y menos aún separatista la fiestecita septembrina.
Por ese lado, se entiende la depresión y capitulación de los entusiasmos de los inscritos, cuyo número se ha jibarizado con notable éxito. De ahí mi interés por solicitar ser parte y miembro de los suyos.
Al fin y al cabo, desde el 11 de septiembre de 1714 han transcurrido más de 300 años, de tres siglos, y no tiene sentido mantener el regodeo de la derrota. Por obvias razones me considero descendiente de los partidarios de Felipe V, y mi presencia en la Diada, celebrando una victoria, le daría a los festejos ese toque de alegría que hoy permanece ausente. La Diada tiene un acto culminante. Cuando los partidarios de la independencia y la escisión de España acuden a depositar una ofrenda floral al monárquico español Casanova, mientras el público abuchea a los que ponen las flores. Es una fiesta cabreada por serlo, porque no tiene ni pies ni cabeza. Las derrotas se asumen y reconocen, pero no se festejan, y vuelvo a la Roma y al Liverpool, porque de la culta y abierta Cataluña de antaño poco queda, y la Cataluña de hogaño depende de un argentino vestido de corto, que no es Pisarello, sino Messi. Mala solución sería añadir al 11 de septiembre de 1714, el 26 de mayo de 2018 y el 7 de mayo de 2019, fechas de los dos grandes batacazos futboleros del FC «Prusás».
Para mí, que haría bien Cataluña en celebrar otro tipo de acontecimientos. Fecha señalada es el 2 de febrero, pues aquel día del año 1817, vio la luz de la vida en Alcalá la Real, provincia de Jaén, don José María Ventura Casas, creador de la sardana. Para un catalán republicano e independentista no resulta agradable que el creador de la sardana sea hijo de una localidad andaluza con la dignidad de Real en su topónimo. Y menos aún bailar en las plazas de ciudades y pueblos de Cataluña una danza inventada por un charnego de Jaén. Pero se puede solapar la realidad, cambiar los datos y obligar a estudiar a los niños catalanes que la sardana fue creación de un músico de Granollers, Josep María Venturó Cases, y problema arreglado. No obstante propongo el cambio de la Diada por el 2 de febrero, Día de la Sardana, sin pretender con ello eliminar los abucheos durante la ofrenda floral al abogado monárquico español y partidario del Archiduque Carlos Rafael de Casanova, que tanto les emociona a los del lacito.
Nada hay de crítica negativa en el presente texto. Aplaudo el rasgo melancólico del republicanismo independentista de los catalanes que celebran con tanto ardor su derrota monárquica y española ante la victoria, también monárquica y española de los Ejércitos de Felipe V, el creador de los Mozos de Escuadra, escrito sea de paso. Pero no le vendría mal al desasosiego actual que impera en Cataluña que se festejara un acontecimiento histórico más positivo. Por ejemplo, cuando el General Franco, en perjuicio de Valencia, ordenó que la fábrica de la SEAT se estableciera en Cataluña. Me limito a ofrecer ideas y sumarme a la Diada para engordar el número de inscripciones.
De nada.
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