Opinión
De Feria
Mientras Vds están cómodamente en sus casas este domingo, aquí, en un sitio de España, donde (estoy convencida) cayó un platillo volante y nos mezclamos con marcianos, estamos celebrando nuestro día grande de Feria. Hoy es el Día de la Virgen de los Llanos en Albacete, patrona de una ciudad que desde ayer vive una locura. Ayer mismo se reunieron las familias a festejar que faltaban solo horas para que se abriera la Puerta de Hierro del Recinto Ferial. Para festejar que, hasta el 17 de septiembre, puede que estén regresando a la normalidad como los protagonistas de «The Walking Dead»; para dar gracias a que comienzan jornadas de volver a casa con la ropa con un tropezón de un Miguelito, una mancha de vínico dulce, con un gotazo del «chorimorci» o la acidez propia del bocadillo de guarra; para ahuecar el ala y mandar a la basura las zapatillas que están hartas de pisar cabezas de gamba. Porque mi Feria es así, la Feria de mi Albacete querida, una ciudad carente de tontería y de artificio, carente incluso, por carecer, de centro histórico. Y nos da lo mismo. Esta Feria, a la que vienen morteradas de personas, declarada de Interés Turístico Internacional, la que no para ni una horica, es una pérdida de cabeza absoluta y de libro. No vengan elegantes, no traigan demasiado dinero y pónganle el teléfono a boli en el brazo al nene porque se les va a perder. No se disfracen, no busquen amistades para entrar a las casetas porque aquí, y por orden de la autoridad, se puede acceder a todas. Disfruten de esa llanura geográfica que se ha impregnado en el carácter de los de Albacete, gente sin complejos que se ríe con escándalo y que le ha puesto al castellano un refajo. Vengan a vernos, oigan. Y traigan Omeprazol, que esto es para valientes.
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