Opinión

Fontiveros

Escribo este artículo con recuerdo emocionado de mi alumno y, en su día, Ayudante de Cátedra en la Facultad de Historia de la Universidad Complutense de Madrid, Bartolomé Velasco, O. C. D., gran historiador de la Orden de los Carmelitas y Cronista Oficial de Cuéllar, sobre cuya importante plaza medieval escribió una excelente «Historia». He encontrado en mi modesta Biblioteca una magnífica separata del P. Velasco sobre San Juan de la Cruz. Ahora que se cambia y enriquece el concepto «hombre» por el de «persona». Precisamente en su etapa de formación, el P. Velasco supo comprender el devenir de esta moderna innovación metodológica como antecedente a tan importante elemento sobre la personalidad. En primer lugar, como consecuencia del medio ambiente, cristalizado posteriormente en la poesía mística: la gran obra de San Juan de la Cruz, universitario también, muy bien avisado de su saber. El pueblo de Fontiveros, donde nació San Juan de la Cruz, a cuarenta y cinco kilómetros de Ávila, ofrece como puntos referenciales nada menos que Madrigal de las Altas Torres, que lo separan veintiocho kilómetros de Arévalo, la villa que «vio hacerse hombre a Ignacio de Loyola en la mansión del noble Juan Velázquez». En la antigua calle de Cantiveros, hoy del Carmen, se levanta, desafiante, dice Velasco, la torre del palacio del Obispo de Jaén, don Alonso Suárez de la Fuente del Sauz, adquirido por las monjas carmelitas en 1619 y, desde entonces, allí permanece una comunidad.

Y junto a ella, un edificio que exhibe toda la estética fundacional carmelitana, pues fue efectivamente construido por los descalzos en el siglo XVIII y donde vivieron hasta la exclaustración de 1835. Se levantó, apunta el P. Velasco, en el solar de la pequeña casa donde nació San Juan de la Cruz. La cuna de Juan de Yepes en los días más crudos de enero, cuando el aire helado corta la respiración es inevitable recordar aquella breve frase del «Cántico espiritual»: «Detente cierzo muerto», pero si la aproximación tuviese lugar en un día primaveral, dice Velasco, «os vendrán a la mente otras, no menos hermosas: Ven austro que recuerdas los amores»; y en el agosto asfixiante es posible compartir con el poeta el recuerdo de la sombra del manzano. En fin, en el otoño, al decir adiós el sol, cuando se va, quizá, la última alegría, se puede revivir con el santo la enorme profundidad supuesta por la ausencia del Amado en la «noche oscura del alma».

Sin duda, pues, en efecto, la circunstancia tuvo influencia sobre San Juan de la Cruz. El profesor Dámaso Alonso lo dice claramente: en San Juan de la Cruz «su destino estaba como condensado», cuando las raíces profundas del mayor de los poetas de la literatura castellana San Juan de la Cruz aquel marcapasos del tiempo de Juan de Yepes.

¿Cuál es el tiempo de Juan de Yepes? El siglo XVI, el más grande de la historia de España. Fontiveros es la más maravillosa estampa cristiana de un núcleo rural que ciertamente permite la reconstrucción del ambiente cristiano, fundacional con matiz de recuerdo de familiares y amigos fallecidos. Bajo la vocación del Santísimo Sacramento hay pruebas de que existía en 1550 una cofradía y una generación; existen datos de la existencia de Cofradías como la de las Ánimas o las de la Vera Cruz. En este pueblo y en este ambiente transcurre la infancia de Juan de Yepes. Y del universitario, pues llevó a cabo los estudios de Arte y Teología cuando vivió una crisis interior profunda que se extendió a medida del crecimiento de su portador. Quizá su encuentro con la Madre Teresa, la fundadora incansable, supo asimilarla fray Juan así como la Madre Teresa asimilará el amor de Dios en la persona que fue el pensamiento. Objetivó el Carmelo de Segovia, donde fue Superior de la comunidad. Pero la adhesión a la reforma del Carmelo no fue fácil y a San Juan le costó grandes sufrimientos. Fue proclamado Doctor de la Iglesia por Pío XI en 1926 y llamado «Doctor místico» en la tradición.