Opinión

Volver al seny

Los metros de la línea 3 y 5 de Barcelona iban desbordados de familias que no escondían sus banderas catalanas y españolas. Los trenes que salían del Baix Llobregat bullían de entusiastas catalanes que descendían risueños en Plaça Catalunya, ondeando pancartas y lemas. Riadas de personas bajaban por la diagonal cantando sin complejos «Els carrers també son nostres». Miles de jóvenes salieron en festiva marcha desde la Plaça Artos para cantar «En pie si eres español». Miles –80.000 según la Guardia Urbana, más de 400.000 según los organizadores– desbordaron el passeig de Gràcia, sin odios ni crispación, en un ambiente pacífico y festivo, y con un solo grito: «Prou» (Basta). Y todo ello a pesar del bloqueo de muchas carreteras y accesos a la ciudad por parte de los demócratas de los CDR, que con sus prácticas de chulería habitual, han impedido el paso a cientos de coches particulares, que desde toda Catalunya, y del resto de España, se desplazaban para acompañar a los catalanes libres de nacionalismo, en una nueva jornada histórica. De nuevo Societat Civil Catalana convocó a todos los constitucionalistas a expresar sin miedos, sin complejos y sin odio; lo que siente la inmensa mayoría de habitantes del viejo principado, que somos y nos sentimos españoles por ser catalanes. Y fuimos muchos. Y estuvimos acompañados de los líderes de los grandes partidos y del Gobierno. Hace dos años, las calles de Barcelona vivieron también una manifestación histórica del constitucionalismo, y allí nació el llamado «espíritu del 8 de septiembre de 2017», cuando salimos por la Vía Layetana, más de un millón de personas para rechazar la declaración unilateral de independencia. Ayer se repitió. Gritos y cánticos y lemas coreaban en medio de una enorme explosión de alegría y optimismo. «Los extintores serán siempre nuestros», se oían mezclados con mensajes de apoyo a los Mossos –una policía, que ha demostrado su compromiso con la legalidad–, clásicas proclamas y el unánime «Barcelona, no se quema». Porque las imágenes de Barcelona en llamas han sido muy duras para todos los que amamos esta ciudad. Un manifiesto leído en castellano, catalán e inglés, y las sabias palabras del presidente de SCC, Fernando Sánchez Costa, que clamó por una «ola serena contra la violencia y la imposición del tsunami independentista». Estuvimos juntos todos los que hemos dicho «Prou» a un proceso que nos lleva al suicidio colectivo. Y estuvimos representados por los líderes Manuel Valls y Miquel Iceta, con Pablo Casado y Albert Ribera que representan el mejor futuro de España, el presidente del senado Manuel Cruz, Ignasi Garriga el joven líder de VOX junto a los líderes de la plataforma de izquierdas «Recortes Cero», Alejandro Fernández y Carlos Carrizosa, las siempre valientes Inés Arrimadas y Cayetana Álvarez de Toledo, la querida Eva Granados y Dolors Montserrat, junto concejal Josep Bou, la querida amiga Meritxell Batet y la nueva líder constitucionalista Lorena Roldán, rodeada del ex líder de podemos Carlos Jiménez Villarejo y de mi pariente, la socialista, Anna Balletbó y el ministro José Luis Ábalos. Y Borrell, Josep Borrell, el hombre valiente que supo liderarnos a todos en los momentos más críticos del otoño del 2017.

Y una figura flotó en el ambiente. Josep Tarradellas, el que fuera president de la Generalitat de Catalunya. El 21 de octubre de 1977, Tarradellas visitó las cortes españolas, y en un magnífico discurso expresó su reconocimiento al Rey, al presidente Suárez, y terminó, en catalán, con un «moltes gracies», un «Visca Espanya» y un «Visca Catalunya».

Es ahora el momento de volver al seny, porque «Catalunya es Espanya».