Opinión
Aztlán
Miguel León Portilla, doctor en Filosofía náhuatl por la Universidad Nacional Autónoma de México, ilustre investigador, catedrático eminente, miembro de las más preclaras instituciones mexicanas, en un excelente libro titulado «Aztecas-Mexicas» explica que los señores de Aztlán eran una avanzada de los teotihuacanos del norte de México y que un día el dios protector, compadecido de los padecimientos del pueblo, decidió emigrar al frente de ellos para guiarlos a un emplazamiento en mejores condiciones. Este dios, Huitzilopochtli, según la «Crónica Mexicayotl», les dijo: «… ahora ya no os llamaréis aztecas, vosotros sois ya mexicas, les embadurnó de color rojo las orejas y les dio flechas y arcos». Así pues, los «aztecas» fueron «mexicas» que dieron nombre al lugar de asentamiento: allí donde contemplaron una águila erguida desgarrando una serpiente fue lugar de establecimiento de Tenochtitlán. Con el tiempo llegó a ser una gran ciudad que albergaba un pueblo dominador de una larga serie de culturas de la costa atlántica, de las que Hernán Cortés en sus «Cartas de Relación» a Carlos V, Rey de España y Emperador de Alemania, repitió varias veces que sus habitantes eran más inteligentes que los de la costa e islas del Caribe.
La extensa región de asentamiento de los mexica era también de culturas urbanas que la ciencia antropológica los estudia bajo la denominación de culturas mesoamericanas, que de ser culturas de prácticas agrarias desde cinco mil años antes de la era cristiana, a partir de la práctica agraria fue cada vez más amplia y diversificada, seguida de la cerámica, así como la inicial existencia de aldeas pasó a la división de trabajos y a alcanzar las denominaciones de culturas urbanas, surgiendo sectores de cultura como los olmecas, los pobladores de la costa donde tenían su siento las regiones del árbol del hule. La cultura olmeca originó el centro de La Venta, en una isla y región pantanosa constituida por el río Tonalá. Otros centros olmecas como Tres Zapotes parece que tuvieron un florecimiento coetáneo con La Venta. En Mesoamérica se alcanza el máximo esplendor del llamado periodo clásico en los siglos I al VIII con Teotihuacán, con un gran desarrollo de las creencias y el ritual religioso y seis siglos de esplendor ritual y predominio sacerdotal. Teotihuacán fue una gran metrópoli con una gran superficie estimada de veintidós kilómetros cuadrados, y una organización social, política y económica y contactos culturales interesantes con la vecina cultura maya. Otro centro cultural sugestivo es la cultura zapoteca de Oaxaca y en Cholula y Xochicalco el valle de Puebla.
En el llamado período post-clásico los toltecas-chichimecas generan una época de gran crecimiento cultural especialmente de desarrollo religioso como el dios Quetzalcoatl, figura religiosa de primera entidad, representación de la cultura tolteca, centrada en Tollan, su capital. La zona de la cultura maya se encontraba en el área yucateca.
Estas son las principales culturas que se vieron interrumpidas en su proceso natural de desarrollo, primero por las llamadas invasiones chichimecas en el Valle de México y la aparición en los siglos XII-XIV de los aztecas mexicas conducidos por un sacerdote convertido en dios: Huitzilopochtli, que los asentó en Tenochtitlán, en la laguna de Tezcoco, que sería el término de la aventurada expedición de Hernán Cortés que detalló en sus Cartas de Relación al emperador Carlos V, desde la ciudad donde gobernaba Mocteçuma Xocoyotzin, cabeza del estado militar y religioso de Tenochtitlán. Cortés y sus hombres accedieron a la gran ciudad como huéspedes del emperador de los aztecas con la reconstrucción del Estado mexica.
La trágica muerte de Mocteçuma, consecuencia de la rebelión de los jóvenes guerreros dinásticos no conformes con la alianza que se fraguaba entre Cortés y Mocteçuma, dio motivo a la confrontación armada que terminó con la conquista de Tenochtitlán y la gloria de Hernán Cortés.
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