Opinión

Vitoria, catedrático de Teología Prima

En los siglos XIV y XV se yuxtaponen y unen los conceptos de Cristiandad, Occidente y Europa, este último, el más reciente, para el que es muy recomendable el libro original de Denis Hay, «Europe. The emergence of an Idea» (1957; nueva edición Edimburgo, 1968). El término Europa lo usó Eneas Silvio Piccolomini (Pío II) en su obra «La Europa de mi tiempo (1405-1458)», originando también el adjetivo «europaeus». El término se afirmó al producirse el Descubrimiento, que extendió de un modo desmesurado la Cristiandad. Maduró simultáneamente con la época histórica conocida como «modernidad», sobre la cual tanto se ha pensado y reflexionado. Véase, por ejemplo, Saul Yurkievich, «La movediza modernidad» (1966). El concepto integra movimientos culturales de tanta entidad como son Renacimiento, Humanismo, Reforma Católica y Revolución Protestante, que lógicamente quedaron afectados por el Descubrimiento y la Conquista del Nuevo Mundo por España, en ocasiones por el cruce entre el poder del Estado y de la Iglesia y, por supuesto, la plenitud de las universidades occidentales europeas, entre las cuales se encuentra la española de Salamanca.

La época se caracteriza para los españoles que fueron sus agentes, descrita con singular brillantez por Juan Bautista Avalle-Arce en «Dintorno de una época dorada» (1978). En sus conclusiones el autor afirma que sólo una sociedad con un sentimiento de identidad y una coherencia política anclada en un Estado moderno pudo afrontarla con éxito notorio, que cristalizó en la formación de los Estados de los Reyes Católicos, Carlos I y Felipe II, que durante el siglo XVI mantuvieron la hegemonía europea y configuraron la Nación española, girando en torno al trono y respondiendo a la tradición del pensamiento español. Se trata de un dualismo múltiple, de gran calado respecto a las percepciones de la realidad, que trasciende las actitudes de todos los españoles en disposición de pensar, opinar y participar. Elio Antonio de Nebrija, en el prólogo de su «Gramática castellana», llama a la reina «Reina y Señora natural de España y de las islas de nuestro mar» y, más adelante, «los miembros y pedazos de España, que estaban por muchas partes derramados, se redujeron y ajuntaron en unidad de Reino». En parecida similitud, también lo refleja el valenciano Juan Luis Vives, en su obra «De Disciplinis».

El dualismo intelectual se manifiesta en fray Antonio de Guevara, que a la muerte de Isabel la Católica ingresó en la Orden Franciscana e intervino en la guerra de las Comunidades y escribió su obra política más importante «Reloj de Príncipes» y «Libro Áureo de Marco Aurelio». En América acontece el fenómeno de contraposición de la «identidad» hispánica con la «alteridad» americana. Esta fue la gran obra del catedrático de Teología Prima de la Universidad de Salamanca, Francisco de Vitoria, O.P., cátedra ganada por oposición, quien con su doctrina científica y su magisterio universitario hizo ciencia para proclamar la justicia de los indios como primeros habitantes de América. Creador de la «identidad» como fórmula integradora de la «intimidad» del cristianismo.

Existe, pues, en la España de finales del siglo XV y primeros setenta y cinco del XVI, un dualismo múltiple de gran calado categorial respecto de las percepciones de la realidad que trascienden la conciencia de todos los españoles en pensamiento y opinión, junto con la formación y sustentación doctrinal. El «umwelt», o medio ambiente, en el que se forjó la personalidad de Francisco de Vitoria, es el resultado de una triple dimensión: su vida familiar en su niñez y adolescencia en Burgos, donde el fuerte ambiente comercial le originó una atención preferente por los problemas humanos y morales del intercambio económico; una segunda dimensión que le influenció en su formación humana, intelectual y de vocación religiosa, características de la Cristiandad occidental del siglo XIII hasta la culminación española del siglo XVI; finalmente, la Teología –el saber de los saberes universitarios–, ya presente en la filosofía de Aristóteles, con el significado de metafísica, o filosofía prima, penetró poco a poco en el lenguaje cristiano bajo el sentido de «conocimiento verdadero de Dios, alcanzado mediante la fe y la experiencia mística».

La alteridad ética, a través del análisis teológico, constituye la labor fundamental de la Cátedra de Teología que el catedrático de Salamanca Francisco de Vitoria aportó con soluciones al derecho de propietarios del suelo, de la licitud de la guerra y cuantos problemas surgieron con la integración, igualdad y principios éticos al máximo para unos y otros: conquistados y conquistadores; gobernados y gobernadores.