Opinión

Mínimos

La prisa es un mal de nuestro tiempo. Estos días de clausura, dolor y puesta en solfa de la globalización quizá puedan servir para una reflexión serena sobre los tiempos. Escrito este deseo creo que nunca llegará a un entorno en el que convergen todos los caminos de la acción pública: la política. La crisis es sanitaria, asistencial, laboral, económica pero para enfrentarse a ella hace falta la decisión política. El reproche principal que se hace al Gobierno es la tardanza a la hora de tomar las decisiones importantes para frenar la expansión del coronavirus. Marcar esa frontera del 8M ha ideologizado el escenario hasta la náusea, pero parece que ya se nos ha pasado. Ahora en la guerra política nos quieren enfocar hacia la trinchera más sórdida, donde la dignidad, la ética, nuestros miedos y nuestro egoísmo se quedan al desnudo: las residencias de ancianos. Mientras se sigue excavando por debajo de los umbrales de la decencia en algunos ámbitos públicos y propagandísticos hay que seguir haciendo política, decidir cómo y por dónde van a discurrir las decisiones. Si hay un pellejo en el que nadie quiere estar, los que apelan a gobiernos de concentración, de excepción o cualquier fórmula simplemente se autodescartan, es en el del Presidente del Gobierno. Cada respuesta tiene efectos desconocidos en un espacio inestable en el que cada día que pasa se generan nuevas consecuencias, la mayoría no deseadas. No cabe la prisa porque la precipitación puede ser irreversible. Sumen que Pedro Sánchez se ha tenido que enfrentar a esto con un Gabinete demasiado amplio, de coalición y que todavía no había conseguido el engranaje necesario para un funcionamiento adecuado en circunstancias normalizadas. Así, disculpen la introducción que parece de Ministro en rueda de prensa pero sin agradecimientos, llegamos a la renta mínima el último elemento de disputa entre los que entienden el gobierno como una permanente consecución de medallas. Volvemos a los tiempos. De una decisión a la puesta en marcha de una medida hace falta eso que se llama «rodar el modelo» y gastar o invertir el dinero público con garantías. Ese mínimo vital va a tener consecuencias en la economía y sobre todo en el mercado laboral, castigado como nunca en nuestra historia democrática, del que pueden salir cientos de miles. Parece que esta vez es el Ministro de Seguridad Social el que quiere todo ajustado. Al que algunos han llamado «el sexto» de Podemos no quiere precipitarse para desesperación del Vicepresidente social. La prueba del nueve de estas disputas estará en quién comparece para contarlo en rueda de prensa o entrevista pactada.