Opinión

Guillotina de telediario

Un año ha tardado Felipe VI en hacer el tránsito de hijo a Rey, consciente de ser Rey por ser hijo. El 12 de abril de 2019 se fue, como un vástago más, al notario a decir que no quería saber nada de los beneficios de la Fundación Lucum . Nos lo contaron en nota oficial de la Casa de S.M del 15 de marzo en clave «ese señor del que usted me habla». Casi 12 meses después y cuando estábamos encerrados, como en la Edad Media, para luchar contra la peste del COVID 19. También nos dijeron que lo conocía la «autoridad competente». Así que lo tuvieron que gestionar entre «jefes de Estado y de Gobierno», o equipos, como el viejo chiste del dentista… «no vamos a hacernos daño». Supongo que entre ambos decidieron ventilar «la Angorilla» y cartografiar las manchas del colchón para determinar las rutas de cuando Don Juan Carlos era inviolable y las nuevas, por las que podía ser juzgado. El Gobierno ha mantenido el «as en la manga» y en Zarzuela han tratado, con cintura de cemento, de dar forma al discurso de proclamación: «preservar el prestigio y observar una conducta íntegra, honesta y transparente». El papel lo soporta todo pero estamos en tiempos de reconstrucción post demolición. Lo que los políticamente correctos consideran la demostración del funcionamiento correcto del Estado de Derecho es para el común de la ciudadanía un rejonazo a la institución que generaba más confianza, junto con la Guardia Civil. Huérfanos de referentes ,en Estado de Alarma y con un esta polarización política y social lo de la fiscalía y su «guillotina de telediario» ha sido un complemento más para el «panem et circenses». Alguien estará pensando cómo poner a salvo la monarquía, «piedra de bóveda» a pesar de su ex-titular. Recoge Marta García Aller en «lo imprevisible» el síndrome de la «rana hervida». Aplicado a lo que nos ocupa: si dejas caer una rana en una olla de agua hirviendo , saltará….y seguirán convirtiéndose en príncipes y hasta en princesas. Si la pones a temperatura ambiente y vas subiendo lentamente la intensidad la rana permanecerá y hervirá… se acaba el cuento y nadie comerá perdices. De las prisas y del ruido de sus enemigos depende la supervivencia de una Institución que tendrá que disimular el cartón. Todo lo demás es ya pasado. La Transición ha soportado mejor las crónicas que los libros de historia porque sus narradores eran protagonistas. De la misma manera que Juan Carlos soportará mejor los epitafios que el silencio de los que llevan años callados.