Opinión

La España leal

Hay una España, que estos días se ha mirado con envidia y con recelo, que quiere tener banda ancha. Una España que clama por la igualdad de oportunidades tecnológicas, 100 megas. Una España que quiere que el colegio de sus hijos, el instituto, el médico o la oficina de Correos esté a menos de una hora en coche. Una España que para hacer frente a un tratamiento médico no tenga que salir por la mañana de su casa y regresar por la tarde, sedado, después de un lastimoso peregrinar en ambulancia entre carreteras secundarias. Hay una España que no vive del Automóvil, del Turismo o de todos esos sectores que ahora reciben millonarias ayudas a la espera de eso que se llama el «cambio del modelo productivo». Todos los gobiernos apelan a lo mismo en lo más profundo de las crisis o cuando son inevitables. Lo que quiere esa España se llama «plan 100/30/30» por los megas y los minutos de viaje en coche. Como además los derechos son más estrechos pide una fiscalidad diferenciada, que se reduzcan algunas cuotas a la Seguridad Social para que los pocos que generan empleo no se ahoguen e incluso haya quien se anime a intentarlo. En esta carta de la que siempre se olvidan los Reyes Magos y los llamados grandes partidos de gobierno también se recoge un programa de rehabilitación y promoción de la vivienda pública, un sistema sanitario mejorado o la puesta en marcha de una «agencia de desarrollo rural». En la moción de Teruel Existe está la razón de ser de esta formación que ha sido leal con el Gobierno en la alarma y quiere reciprocidad en la alerta de población, recursos y derechos que sufre esa España olvidada, interior, rural, vacía, vaciada, escasamente poblada o todo a la vez. El lunes su diputado, Guitarte, dijo eso de «es hora de pasar de las palabras a los hechos». En esta moción está el trabajo de decenas de plataformas que han recogido unos mínimos comunes para someter a debate y votación. Hoy se va a votar en el Congreso y va a determinar el compromiso de los grandes partidos con una realidad en la que viven sus votantes. Atender a esa España es más caro, pero por eso no se puede seguir mirando para otro lado, no se puede esperar a que la muerte y el abandono borre las huellas del trabajo sin hacer. Decenas de señorías tendrán que ponerse ante el espejo de los botones de votación…también los paracaidistas.