Opinión

Eduardo I de Inglaterra

El

reinado de Eduardo I de Inglaterra (1272-1307) es memorable tanto por

la creación de instituciones nuevas como por alcanzar el sentido de

beneficencia monárquica y consolidar en una obra permanente la

conducta y estructura de la nacionalidad. Para conseguirlo disponía

de una experiencia formativa importante, pues a los trece años, a

raíz de su matrimonio con Leonor de Castilla, hija de Alfonso X “El

Sabio”, fue designado gobernador de Gascuña cuyo gobierno toma

después del ejercido por su tío político, Simon de Monfort, por

quien sentía gran admiración, y a quien derrota en la decisiva

batalla de Eversham; posteriormente fue nombrado “Conde Paliativo

de Chester”, administrándolo directamente como un auténtico

soberano.

Eduardo

fue un gran rey, en paralelo con su suegro Alfonso X “El Sabio”,

pues su matrimonio con Leonor de Castilla identificó ambos reinados

en la prodigiosa actividad legislativa que, en ambos casos, no tuvo

paralelo durante siglos en el mundo occidental. En Inglaterra quedó

señalada la época por un estatuto importante, de tipo conservador.

El rey perpetuó su nombre apoyado por su canciller Robert Burnell,

obispo de Bath, principal consejero del rey hasta su muerte en 1292,

siguiendo una política inteligente cuyo objetivo básico fue

aumentar el poder de la Corona a expensas de los privilegios de

origen feudal.

En

el Parlamento de 1275 el estatuto de Westminster mencionaba los

abusos expuestos por los comisionados. El Estatuto de Gloucester

(1278) ordenaba que los jueces se informasen mediante decretos de

“Quo warrant” sobre los derechos de la alta nobleza, la

administración de la justicia dentro de sus dominios y ordenaba

claramente esos derechos. En 1279 el estatuto “De Religiosis”

prohibió hacer donaciones de tierras a la Iglesia, aunque sí lo

consentía bajo licencia real. En 1285 el Estatuto de Winchester se

interesó por el orden local; ese mismo año se emitió el segundo

Estatuto de Winchester “De Donis Conditionalibus” que reforzó el

sistema de propiedades inalienables concedidas a una persona y sus

descendientes. El tercer Estatuto de Winchester “Quia Emptores”

hacía derecho respecto a la tierra regalada que podía enajenarse

libremente estableciendo las condiciones de justicia sobre personas

futuras. Las presiones económicas inherentes a estas leyes

impusieron grandes cambios en los sistemas de propiedad del reino. La

tierra dejó de ser una sanción moral y se convirtió en una

mercancía que podía, en principio, venderse, donarse o heredarse y

que serían fundamento de una nueva aristocracia.

Con

la crisis de efectivo de finales del siglo XIII, la tierra se

convirtió en una fuente de crédito, lo que provocó el

enriquecimiento de los judíos, que se lanzaron por el camino de la

especulación hipotecaria. Los judíos se introdujeron en Inglaterra

bajo el patrocinio de Guillermo el Conquistador, de quien recibían

licencia para la práctica de la usura. La gran especulación

generada se hizo intolerable y obligó al rey Eduardo a intervenir,

legislando la prohibición de recuperar el dinero prestado contra

tierras patrimoniales, prohibiendo a los judíos la posesión de

títulos de propiedad, impidiéndoles además el ejercicio de la

usura. En compensación les autorizó a dedicarse al comercio.

Eduardo

I trató con gran seriedad la obra de administración y gobierno

poniendo en funcionamiento tres instituciones claves: El “Exchequer”,

establecido en Westminster, encargado de realizar la recaudación de

impuestos y su contabilidad; la “Cancillería”, centro político

de innovación, donde se redactaban estatutos, decretos y cartas

reales; y, por último, la “Intendencia” bajo un secretario.

Además, el “Sello Privado” era una oficina que relacionaba y

coordinaba todo lo necesario, desde una guerra hasta la compra de

un producto necesario.

Reinó

Eduardo más de un cuarto de siglo llevando a cabo un inteligente

gobierno, durante cuyo transcurso se produjeron hechos tales como la

muerte de su esposa Leonor y sus dos hijos mayores de corta edad, la

muerte de Burnell, las rebeliones de Gales y Escocia, la guerra

contra Francia aliada con Escocia e incluso la disputa con la Santa

Sede a causa de la bula “Clericislaicos”, que prohibía pagar

impuestos extraordinarios sin permiso del Papa.

La

nobleza también pidió durante su reinado, la confirmación de la

“Charta Magna” en su totalidad y la “Charta Forest” versión

final de las condiciones impuestas por la nobleza a Juan Sin Tierra

con la adición de seis artículos adicionales.

El

rey reunió en 1295 un Parlamento General sobre el precedente de

Simon de Montfort treinta años atrás, conocido como el “Great

Parliament”, que sería el modelo de las asambleas legislativas

inglesas en el futuro y factor de importancia fundamental en la

historia de las instituciones inglesas, basado en tres estamentos:

clero, lores y municipios.

Eduardo murió el 7 de julio de 1307, siendo el primer rey inglés

que puso todo su empeño en el esfuerzo de expansión nacional y en

la unidad del reino.