El Gobierno de Pedro Sánchez

El comité de espectros

Como bien dijo Carlos Rodríguez Braun, el mejor amigo del hombre (y de la mujer) es el chivo expiatorio. Y yo añadiría que en el caso de ciertos políticos y gobiernos el aserto se transforma en Jurisprudencia. Para muestra, la que tenemos liada en España con el famoso “Comité de Expertos”, del que Sanchez se ufanaba el pasado 21 de marzo en su cuenta de Twitter: “hoy hemos constituido el Comité Científico con expertos en distintas áreas de la medicina y la ciencia en la lucha contra el virus”.

Por otro lado, en televisión, afirmaba ser pieza clave del desmentido Comité: “tengo el honor de poder participar en la toma de decisiones en las reuniones del Comité Científico, también aprendo mucho de estos científicos_este humildísimo apunte me maravilla_ lógicamente, porque esta no es mi formación”.

Después se refería a la presunta «transparencia» de su Gobierno “se levantan actas que serán públicas porque el Gobierno siempre ha primado la transparencia informativa”. La transparencia del “Comité de espectros” fue tal, que Fernando Simón no podía dar los nombres de sus integrantes, porque no podía verlos: “No voy a dar sus nombres. Les puedo decir que son 11 técnicos que trabajan en la Dirección General de Salud Pública y que colaboran con las 17 Comunidades Autónomas”.

El resto de la historia lo resumiría como Lincoln: “Podrás engañar a todos durante algún tiempo; podrás engañar a alguien siempre; pero no podrás engañar siempre a todos”. El Defensor del Pueblo, al que una intuitiva Ayuso se acogió ante el bloqueo de Madrid para cambiar de fase, con arreglo a los criterios del portentoso “Comité”, ha declarado que jamás existió, causando el desconcierto como mínimo, si bien es verdad que, en cuanto al oscurantismo del Ejecutivo, ya sufrimos un “síndrome de indefensión” la mayoría.

La presidenta madrileña defendió desde el inicio la arbitrariedad política de haber retrasado el paso de Fase de Madrid, y el Defensor del Pueblo confirma ahora que el Gobierno no podía regirse con arreglo a los criterios científicos de un comité que nunca existió. ¿No es fascinante? Lo es, igual que los “100 economistas de élite” que contrataron después para gestionar la “Era postcovid”.

Ojo, algunos españoles justifican al gobierno, alegando con vagos argumentos, más propios del “teléfono descacharrado” que de la búsqueda de la verdad y la legalidad; dicen que bueno… que sí, que no le busquemos cinco pies al gato, que cómo estamos de tiquismiquis, que no había un comité de esos (en la crisis sanitaria, social, laboral y económica más grande de la historia) pero que para tomar sus decisiones les preguntaban de vez en cuando a algunos funcionarios “sin rostro”.

Reconozco que me hace gracia su candidez y me recuerda a mí cuando he justificado a mis hijos ante las acusaciones de sus profesores cuando me han llamado del colegio. Soy culpable de amar y asumo que justificar a un hijo está mal, pero ¿justificar a un gobierno? ¿No es más sensato y justo señalar sus incoherencias, torpezas, inexactitudes o directamente invenciones? Y eso aceptando que cierta dosis de ficción favorece la salud y la paz en las comunidades, grandes o pequeñas y que nuestro ejecutivo tampoco miente tanto como se le acusa; lo que ocurre es que a nuestro gobierno es muy difícil creérselo; por un lado, defendiendo la trasparencia con su elevadísima moral socialista; por el otro, fabricando comités expiatorios, por lo que pueda suceder mientras ando de acá para allá en el avión de la presidencia como Thomas Crown. “Cuando quiero que un asunto no se resuelva lo encomiendo a un comité” (Napoleón).

Y luego la vicepresidencia, que tildaba de “casta” a las personas que vivían en un chalet… Séneca, escribió maravillosos discursos en la línea del estoicismo, el desapego hacia los bienes materiales, la práctica de la austeridad etc… pero luego vivía rodeado de lujo, riquezas, esclavos, en la más exagerada opulencia. Se dice que era glotón y que se hacía traer los mejores vinos de su época.. Naturalmente esta incongruencia se le criticaba, a lo que él respondía con máxima elocuencia que una cosa son las “ideas” y otra muy distinta los “hechos”.. Que él era filósofo y no un santo, y que bastante tenía con haber pensado que la austeridad era buena para los hombres... que no le exigiéramos también ponerla en práctica.

Nos encanta Séneca y transigimos con la incoherencia del filósofo pero que un político viva de manera tan distinta al ideario que defiende sólo puede proyectar una cosa, que no lo entiende, o no es sincero. Todos los hombres nacen sinceros y mueren mentirosos, decía el Marqués De Vauvenargues en sus profundas reflexiones sobre las motivaciones del comportamiento humano. Es la vida… Y más si hablamos de política, pero volviendo al filósofo romano-cordobés: El que recibe lo que no puede pagar, engaña.