Sociedad

Cuando no importa

Cuando no nos importa que nos mientan, que nos ninguneen, que nos tomen el pelo una y otra y otra y otra… vez, la responsabilidad no es de quien miente o ningunea, sino de quien lo permite. Ahora bien, ¿por qué tragamos con la mentira? Se me ocurre que se debe a que nosotros nos mentimos a nosotros mismos, ergo, se empatiza con el mitómano, se toma como normal algo que, en verdad, es habitual pero anormal y muy perjudicial para el amor propio por cuanto mina la dignidad de la persona. Una sociedad que, en general, tolera la mentira, traga con que le maltraten, y le lidere gente incompetente, manifiestamente incongruente, sin palabra, sin principios y nada de fiar, es una sociedad muy enferma a nivel psicológico. Los codependientes emocionales tragan con cualquier humillación y afrenta porque, a veces, aunque parezca increíble, no lo reconocen como tal y, de reconocerlo, lo minimizan con tal de seguir estando en esa relación tóxica.

Los egos inflados, sobre todo si tienen vocación de sádicos buscan víctimas a las que puedan hundir en la miseria para así someterlas y hacer con ellas lo que deseen. Sólo las personas que han perdido toda credibilidad en sí mismas, que han abjurado de la responsabilidad de liderar sus vidas, que prefieren que las sometan, esto es, comportarse como esclavos psicológicos en un ‘campo de concentración’ que asumir los resultados que no les gustan en sus vidas y ponerse a arreglar los desperfectos que en la misma haya. Los contrafóbicos abundan entre los codependientes emocionales ya que necesitan ‘alguien’ que les diga qué hacer, por eso se refugian en un grupo fanático en el que se aplaude al líder y se acata sus órdenes sin rechistar. Nadie nos hace nada que no le consintamos. Por eso, quienes consienten que les sometan con mentiras, humillación y denigración de su dignidad son personas cuyos principios son volubles, cuya autoestima emigró al país de nunca jamás, cuyo sentido común es el menos común de todos los sentidos. Como le suelen suceder a las mujeres maltratadas que, de tanto perdonarle las palizas y las humillaciones psicológicas al maltratador, acaban perdiendo la vida además de la integridad, una sociedad que consiente que la mientan sus líderes sin reaccionar es una sociedad condenada al fracaso. Cuando no importa que nos humillen, cuando no importa que nos mientan, estamos condenando nuestro destino al fracaso.

¿Hay solución? Por supuesto. Al igual que los adictos dejan su “droga” cuando deciden hacer un acto de amor por sí mismos, los codependientes deciden mandar al guano a quien les toma el pelo, cuando deciden creer en sí mismos y darse la oportunidad de enfrentar la realidad por más fea que sea o por más que les duela. La asunción de la realidad es propia de gente con la autoestima muy saneada.