Opinión

Gringos y catetos

Hay que revisar las encuestas, pero también la pose de las elites. Predicen cosas que después no ocurren y se llevan sustos horrorosos. La impugnación ‘trumpiana’ del voto por correo no tiene un pase, pero es que la crema tampoco se puede explicar el apoyo republicano. La elite intelectual vive de no ser capaz de explicarse las cosas. Se asientan en ese ‘No me lo puedo creer’ constante, como si concibieran el mundo pidiendo las sales de frutas, un pensamiento poco ambicioso, aunque se ve que da algunos frutos. Para mi Españita nada tiene explicación si no sirve para explicarse a sí misma. Se define el español contrapuesto a los Estados Unidos de América que narra con la prosilla inconfundible del cateto gringo, un fondo musical de duelo de banjos y rednecks bebiendo té en sus porches frente a esa España ilustrada de estudiantes con carpeta y jersey de cuello vuelto como de plaza de La République de París. Con los ojos cerrados te dibujan la caricatura de un seis y un cuatro, a saber: una espumilla de civilización avanzadísima y, debajo, un fondo de armario de tipos casados con su prima que viven en una caravana rodeados de palés de Budweiser, gentes para quienes la revolución digital supone acceder a Pornhub desde el teléfono. A esa España tan chic, el trumpismo le resulta un ejercicio intolerable de aceptación de los extremos, pero te sirve en bandeja de plata las miniardeces de la pluralidad de la segunda transición y de firmar guías de buenas prácticas democráticas con Bildu, Esquerra y la CUP. Comprenden estéticamente que Otegui sea un ídolo en Euskadi después de medio siglo de terrorismo, pero no les cabe que en Iowa se vote a un tipo que se peina con laca. Si fuerza el motor de su magnanimidad, la izquierda misericordiosa puede concebir entre los republicanos al “obrero blanco desatendido”, pero deben empeñarse a fondo, porque lo primero que le sale es atribuir cualquier cosa de allí a la ignorancia, el racismo, las limitaciones intelectuales de un pueblo casi analfabeto y acaso la influencia del cubano de Miami, un demente que no alcanza a entender la progresía y el socialismo, por lo que sea.