El desafío independentista

Otras elecciones catalanas

Desbordar cauces en lugar de encauzar proyectos, ilusiones y objetivos

Hoy se publica el decreto de convocatoria de las elecciones catalanas para el 14 de febrero... si la pandemia no lo impide. Tras la inhabilitación de Torra por desobediente y transcurrido el plazo para cubrir su vacante sin candidato ninguno, ayer se produjo la disolución automática del Parlament catalán, con el banderazo oficial de salida para la competición electoral.

En el recuerdo, la frustración de hace tres años tras una histórica victoria electoral del constitucionalismo en torno a Inés Arrimadas, capitalizado en las urnas con más de 1,1 millones de votos y 36 escaños, y que fueron dilapidados sin pena ni gloria durante una legislatura para el olvido. Fueron votos que ni siquiera sirvieron para presentarse a un debate de investidura –hay derrotas parlamentarias que son inevitables para posibilitar futuras victorias–, y que hoy suponen un pesado lastre para creer en ellas.

Tiempo tenemos por delante para comentar la campaña, pero está claro que en las próximas semanas la clave catalana va a dominar la política nacional, con el objetivo puesto por Sánchez, Iglesias y Junqueras en un nuevo tripartito sucesor del que sentó las bases para el posterior desbordamiento del cauce constitucional y estatutario del Procés.

Puigdemont ya ha lanzado su proclama desde Waterloo para preparar otro y definitivo, llamando a un «desbordamiento democrático». Más de lo mismo: desbordar cauces en lugar de encauzar proyectos, ilusiones y objetivos.

Lejos quedan aquellas masivas manifestaciones apelando a que avui més que mai, un sol poble. Hoy son dos.