Coronavirus

El Dunkerque del coronavirus

Es como Dunkerque, pero justamente al revés. No es la gesta de los 300.000 militares británicos cruzando el canal de la Mancha a finales de mayo de 1940, utilizando todos los medios navales posibles, incluidas las pequeñas embarcaciones de ciudadanos anónimos que querían salvar a su ejército, atrapado en Francia entre el mar y la maquinaria militar nazi. Ahí se jugó parte del futuro de Europa. Ahora es más prosaico y sin más objetivo que salir de una ratonera: miles de camiones quieren cruzar al continente, desde los puertos de Dover y Folkestone expulsados por la aparición de la nueva cepa del coronavirus, pero sin poder hacerlo hasta que Reino Unido y Francia acuerden cómo hacerlo. De momento, y desde el martes, acordaron que sólo podrían cruzar el canal ciudadanos franceses, residentes y europeos con test negativo. Los camioneros pueden seguir esperando en el arcén de las carreteras tres días más, en condiciones penosas, sin comida y medios sanitarios básicos. Ha vuelo a circular el Eurostar que cruza el túnel del canal, los vuelos y los barcos, pero nadie sabe nada del transporte, a los que se les quiere someter a pruebas precoces de PCR a través de la saliva, con lo que sólo se descubriría el 30% de los casos. Los camioneros se preguntan ya no dónde está la intendencia militar de Su Majestad, sino simplemente la Cruz Roja, por no decir la burocracia de Bruselas, que ha sido incapaz de establecer unas normas comunes para todos los países en esta improvisada estampida. Bruselas ha recomendado a ambos países que abran sus fronteras pero ni a Johnson ni a Macron parece preocuparles si los camioneros llegarán a sus destinos –sea Murcia, Cracovia o Estambul– en Navidad porque parecen enfrascados en la última batalla para cerrar un acuerdo comercial entre la UE y Londres.

Desde Downing Street no descartan que Macron –el político más radicalmente contrario al Brexit– le haya puesto delante a Johnson –el más fogoso activista de los eurescépticos– qué supondría la aplicación de un Brexit duro: aplicar las normas de la Organización Mundial del Comercio con aranceles, con lo que volverán las colas de camiones a Dover. Nadie puede negar el caos político provocado, sobre todo cuando la Comisión Europea, aunque tarde después de ver el descontrol, pide que los transportistas queden exentos de los tests rápidos de antígenos, o en todo caso que estos no provoquen el tapón ocasionado a uno y otro lado del canal –más en el lado británico–, con 30 kilómetros de retenciones y 15.000 camiones inmovilizados, 3.000 de ellos españoles. Si el ministro español de Transporte, José Luis Ábalos, todavía no ha dicho nada, ya no sobre la situación de los camioneros españoles, sino cómo protegerlos en el futuro, será porque está dedicado a asuntos más importantes.