Elecciones catalanas

Los bloques y las trincheras del independentismo

El independentismo no tiene ninguna posibilidad. No la tiene incluso con su escandaloso control de los medios de comunicación, las universidades, las escuelas, las instituciones y las asociaciones

Las campañas electorales lo aguantan todo, pero no la hemeroteca. Es comprensible que Sánchez quiera pasar página, pero la realidad histórica del proceso que quería destruir España está en la memoria de todos y, además, en la sentencia del Tribunal Supremo. Fue un fervoroso defensor de la aplicación del 155 y sabe, mejor que nadie, que la responsabilidad de aquel esperpento no fue del PP, sino de ERC y JxCat que vulneraron el ordenamiento constitucional y estatutario. Durante el juicio se pudo conocer la verdad sin ningún atisbo de duda. Los sediciosos ahora disfrutan del tercer grado y se sienten orgullosos de los delitos que cometieron, pero es algo ya juzgado y sentenciado. Les guste o no. No estamos ante un problema político, sino ante la actitud delictiva perpetrada por unos políticos que fueron contra España y una parte muy importante de la sociedad catalana. A la izquierda le gusta reescribir la historia, con el fin de utilizarla al servicio de sus intereses partidistas, pero hay que reclamar coherencia, ética y dignidad.

Desde entonces, muchas cosas han cambiado en el escenario político, porque todo se circunscribe a que Sánchez necesita del independentismo para mantenerse en el gobierno. Me gustaría mucho que triunfara una alternativa constitucionalista e incluso no me importaría que la liderara Illa, aunque he discrepado sobre su pésima gestión al frente de Sanidad como hemos denunciado desde La Razón, acompañado por el PP y Ciudadanos. No tengo ninguna duda de que sería mejor que repetir el gobierno de coalición independentista que tan desastroso ha sido para Cataluña y la convivencia. La cuestión fundamental es ver qué hará Sánchez el día después del 14-F. El problema es que Podemos es su socio preferente y los independentistas y bilduetarras son sus compañeros de viaje. Una vez más me gustaría que regresara el PSOE de González y Zapatero que, con sus aciertos y errores, algunos muy graves, nunca cuestionaron la Constitución, los consensos fundamentales y las instituciones. Ahora tenemos una izquierda radical y fanática que condiciona al gobierno de España, mientras se dedica al activismo excluyente contra todos aquellos que no piensan como ellos. Es el regreso del comunismo puro y duro con las tácticas estalinistas de desprestigio personal, persecuciones mediáticas y demagogia populista.

España, una de las grandes naciones del mundo y que fue capaz de alumbrar una rica civilización de la que nos debemos sentir orgullosos, se ve sometida a una crisis política e institucional por parte de aquellos que quieren destruirla. Estas elecciones trascienden el ámbito catalán y condicionarán la vida pública española sea cual sea el resultado. El PSOE tiene un gran reto y es verdad que Sánchez ha optado por el mejor candidato que tiene en sus filas teniendo en cuenta la demoscopia, porque lo situaban como uno de los miembros mejor valorados del gobierno. Esta muy bien insistir en la concordia, pasar página sin revanchas o que todos nos necesitamos en plan happy flower, pero la realidad es que el independentismo y Podemos han creado los bloques y trincheras. Lo peor es que el primero se siente muy crecido con la manifiesta debilidad del gobierno y la colaboración sin tapujos de los comunistas de Podemos.

La anormalidad de la política catalana se reflejó ayer con los ataques que sufrió Abascal al que lanzaron piedras, tierra y otros objetos. Fue necesario que los Mossos dispersaran a esos energúmenos. Es algo que han sufrido, también, el PP y Ciudadanos en incontables ocasiones. Todo el mundo está en su derecho a la hora de hacer campaña para defender sus ideas, nos gusten o no, y lo que sucede recuerda, tristemente, al País Vasco en los tiempo de ETA y sus seguidores de Batasuna que ahora, reciclados en Bildu, gozan de la simpatía de La Moncloa y el PSOE. Es triste que tantos sacrificios y sufrimientos acaben en esta ignominiosa realidad. Otro aspecto de la anormalidad que se ha instalado en la política es que el PSOE, que fue uno de los protagonistas de la Transición, sienta más empatía con los políticos presos y las formaciones que protagonizaron el intento de romper España que con el PP que es un partido constitucionalista.

ERC y JxCat no esconden sus intenciones. Borrás, la marioneta de Puigdemont, ha prometido activar la declaración de independencia si el independentismo supera el 50 % de los votos. No hay que olvidar que fue elegida candidata porque es la más fanática en una formación que realmente es una secta de fanáticos. Lo mejor del sábado fue Junqueras llamando a votar a ERC «para que no ganen los de siempre para hacer lo de siempre». Cabe suponer que se refiere a sus «socios» preferentes de JxCat y me sorprende que un historiador diga que les silencian porque «nos tienen miedo» cuando gobiernan las instituciones catalanas y ayer dio un mitin rodeado de otros condenados.

Ahora el enemigo, por lo menos coyunturalmente, es Illa que, en un auténtico dislate de Aragonés, la dócil marioneta de Junqueras, lo calificó como «el candidato de Vox, de Cs, del 155, de la Fiscalía y del TSJC». Es la expresión de la «pandemia» política que sufrimos los catalanes en manos de personajes irrelevantes impulsados a la primera línea. No dudo de que hubiera sido un buen concejal de su pueblo, pero convertido en candidato muestra claramente su capacidad intelectual y profundidad argumental. Un fenómeno. Estamos ante un pintor de brocha gorda de la política. Es bueno tranquilizar a Junqueras y asegurarle que nadie le tiene miedo. En mi caso, es público que le tengo simpatía personal, aunque me repugnen sus planteamientos políticos y su fanatismo. El independentismo no tiene ninguna posibilidad. No la tiene incluso con su escandaloso control de los medios de comunicación, las universidades, las escuelas, las instituciones y las asociaciones.