Política

El pugilato

La convivencia de las dos izquierdas resulta cada vez más complicada, aunque el ministro-astronauta no se entere

Dice Pedro Duque, el ministro astronauta, que no hay bronca en las reuniones del Consejo de ministros, y habrá que creerle. Se supone que este hombre no está en la luna. Pero todo el mundo sabe que últimamente saltan chispas entre socialistas y podemitas. La semana pasada, en una tensa reunión, en el Congreso de los Diputados, de los encargados de ambos bandos para coordinar la acción de gobierno, se comprobó, según ha contado «El País» con pelos y señales, la desavenencia y el profundo malestar. Aquello derivó en un memorial de agravios. La portavoz parlamentaria del PSOE, Adriana Lastra, llegó a dar una especie de ultimátum a las huestes de Iglesias y Echenique: «No podéis ser Oposición y Gobierno a la vez; tenéis que elegir». Y los de UP, que separan con astucia las acciones del partido de las del Gobierno, se quejaron amargamente de ser ignorados en las grandes decisiones. Unos y otros se acusan mutuamente de deslealtad. Así que la convivencia de las dos izquierdas resulta cada vez más complicada, aunque el ministro-astronauta no se entere.

Lo lógico sería preguntarse cuánto tiempo va a resistir la cuerda, sin romperse, con tanto tira y afloja. Unos y otros ponen el mayor empeño en disimular la bronca y en pregonar que hay Gobierno de coalición para rato. Ese es su propósito y casi su único objetivo, al que se sacrifica el futuro del país. Y habrá que creerles porque a la fuerza ahorcan. Pero la estampa que difunden los sectores críticos de la izquierda, que en esto coinciden con los de la derecha, no puede ser más despiadada y explícita: Sánchez e Iglesias, después de machacarse con fiereza en el ring, se abrazan en la esquina, junto a las cuerdas, medio sonados, para sostenerse mutuamente y no caer ambos estrepitosamente a la lona. Dicho de otro modo: necesitan aguantarse el uno al otro, aunque no se soporten, para no derrumbarse los dos. En ese calamitoso estado, resistirán lo que puedan.

Las elecciones catalanas, tanto la campaña, en la que será difícil compaginar el papel de miembro del Gobierno y el de activista, como el resultado, que se adivina negro para Podemos y sus adherencias, van a someter a prueba la resistencia de la coalición. La cuerda puede romperse por lo que queda del histórico Partido Comunista, que contempla con desolación cómo la presente alianza del «sanchismo» e Iglesias lo está triturando, dispersando y devorando.